Tratado de música y afines

 

 

ALEJANDRO DOLINA

 

EL LIBRO DEL FANTASMA

 

 

Bajado de El Ortiba

https://elortiba.galeon.com

Tratado de música y afines

 

Es el título con que se conoce el método de enseñanza musical elaborado por Ives Castagnino. La obra debió tener una extensión
desmesurada. Lo que hoy conocemos de ella es, seguramente, menos de la mitad.

El hallazgo del manuscrito es mérito de Manuel Mandeb, como también es suya la culpa del extravío de numerosos capítulos.


Se sospecha que muchos fragmentos de importancia decisiva han sido utilizados por el polígrafo de Flores para encender la estufa,
para realizar anotaciones del juego del chinchón, o para transmitir instrucciones al sifonero.

 

El libro comienza con una serie de amenazas destinadas a disuadir a los aspirantes, señalando las innumerables dificultades y
las nulas alegrías que el estudio de la música depara. Transcribimos algunos párrafos:

 

•    Capítulo I "Nociones Preliminares"

Es necesario evitar que el arte caiga en manos de los canallas. No hay peor desgracia para la humanidad que un artista perverso. Yo he
conocido a algunos de ellos. Poseen la técnica y los secretos de la música. Son diestros, pero la maldad contamina toda su obra. Observe
el alumno lo que voy a señalarle: la obra no puede ser mejor que el artista. Nuestros valsecitos se nos parecen. Una milonga tocada por
un canalla es siempre canallesca, por más acordes que tuviere.

 

•    Capítulo XV "Afinación de la Guitarra"

Tómese la guitarra y afínesela del siguiente modo: la primera cuerda será un mi, la segunda, un si y luego un sol, un re, un la y un mi.

Ahora deje la guitarra y salga a la calle. Empiece a mirar las cosas que suceden y trate de hallar un significado o una emoción en ellas.

Hágase contar algunas historias del pasado. Después, enamórese. Incurra en ilusiones, padezca desengaños. Si se actúa con paciencia,

no tardará en llegar la soledad y la melancolía. No se apresure. Al principio será un poco difícil, pero al cabo de un número

indeterminado de años, se estará en condiciones de pasar al ejercicio siguiente.

 

 

• Capitulo XVI "Ejercicio Siguiente"

Cumplido el ejercicio anterior, vuelva donde dejó la guitarra, revise la afinación y con los dedos índice y mayor toque las cuerdas al
aire hasta que se pudra.

 

• Capítulo V "Teoría de la Música"


a)¿Qué es música?

Música es el arte de combinar los sonidos. Bueno, algunos sonidos.


Si usted combina el ladrido de un perro con el estruendo de una apisonadora de tierra, el resultado no tendrá mucho que ver con la música.

 

Alguien podría interpretar la definición del comienzo según un criterio restringido y protestar que los sonidos mentados deben ser notas musicales.

Música es el arte de combinar notas: veamos. Combinemos las notas do, mi, do, do, re, re, mi. Hemos quedado en las puertas mismas de

"Sobre el puente de Avignon". Pues bien, eso no es música.

 

b)¿Qué es ritmo?

Son sonidos que ocurren a intervalos regulares. El alumno pensará: "tocar el timbre de una casa todos los domingos es ritmo".

"Quizá", es mi respuesta.

Haga el siguiente ejercicio. Tome un palo y comience a golpearlo sobre una mesa a intervalos regulares.

"¿Estoy haciendo ritmo?", se pregunta el alumno mientras pega ferozmente. Quizá.

 

El método de Castagnino es arbitrario. Aspectos sin mayor importancia
son examinados con insoportable minuciosidad.

Y hay -por el contrario- puntos fundamentales que apenas se rozan.

El sencillo concepto del silencio le demanda al autor noventa y dos
carillas, asoladas de salvedades, arrepentimientos y contradicciones.

En cambio, no es posible encontrar sobre el arte de la fuga
otra cosa que una llamada en la página 15 que nos remite a la página 69.

Desde allí se nos envía a la página 806, donde encontramos la indicación de regresar a la página 15.

Los estados de ánimo de Castagnino influyen poderosamente en sus explicaciones.

El capítulo XXIV es repetido seis veces, por sospechar el autor que los lectores no lo han entendido.

En la página 1040 hallamos una amarga queja en la que se expresa la sensación de la inutilidad

de todo trabajo didáctico, para desembocar inmediatamente en el relato de un episodio sentimental con una
alumna.

El tratado no sirve evidentemente para aprender música. Pero nos
permite conocer los extravagantes pensamientos de Castagnino.

 

• Capítulo CXVI "Inexistencia del Melómano"

Casi todas las personas garantizan, al ser interrogadas, su gusto por la música.

Resulta muy difícil, por no decir imposible, dar con
alguien que aborrezca cualquier expresión musical.

Sin embargo, me atrevo a asegurar al alumno que la humanidad miente.

La música no le gusta a casi nadie. Lo que en verdad gusta es aquello de lo que
suele venir acompañada, las atracciones anexas de las que se vale para cautivar a las muchedumbres.

Estamos hablando de las luces que iluminan a los cantantes, de los
trajes que éstos usan, de su apariencia seductora. Estamos hablando
del efecto hipnótico del baile y de cualquier repetición de movimientos.

Estamos hablando de las letras de las canciones, de la doctrina
que suele acompañar a los géneros, de su simbolismo político.

Estamos hablando de las mujeres que es posible conocer en los conciertos, de la
fama que consiguen los que cantan, de los escándalos que protagonizan,

del deseo que surge en nosotros de irnos a la cama con una estrella.

Pues bien, son estas cosas y no la música lo que la gente ama.

Los maestros suelen enseñarnos a disfrutar de las grandes obras

explicando el significado de ciertos efectos musicales. Esas notas graves
en mitad de la Polonesa son en verdad los soldados rusos.

En la obertura 1812, algunos críticos ven un parte de guerra de la batalla de
Borodino.

El tango El amanecer está lleno de violines que imitan a los pajaritos.

Tengo malas noticias, la música no consiste en relatos
ruidosos. La música no alude a nada.

Puede existir aun sin el Universo, no necesita nombrarlo ni dibujarlo. Puede existir sin espacio
(¿quién puede señalar el costado izquierdo de un vals?). En realidad,
sólo necesita tiempo.

Adivino que el alumno lector ya se habrá puesto a la defensiva y
pretenderá ocupar un lugar entre los escasísimos melómanos que existen.

¡No mienta, alumno! A usted tampoco le importa la música.

Me imagino que el despecho habrá de despertar en el discípulo el deseo de
acusar al autor de estas líneas de pertenecer él también a la oceánica
legión de indiferentes. Pues es verdad, no me importa la música.

Amo, eso sí, el dulce llanto que me provoca.

Los delicados razonamientos que me inspira.

Amo la forma en que rima con mi tristeza.
Amo la hermandad de los acordes y el aparente litigio entre escalas simultáneas.

Amo leer como cartas de amigos muertos las antiguas partituras. Estas cosas, claro, no son la música.

 

- Capítulo XXX "De la velocidad"

Las personas poco avisadas dan en creer que los mejores músicos
son también los más veloces. Esta misma idea es mantenida por algunos músicos,

quienes pasan la vida adiestrándose para tocar ligerito.

Personalmente detesto la acrobacia musical. Sin embargo, el
alumno deberá someterse a los más arduos rigores durante

su aprendizaje. Y así ensayará complicadísimas escalas y arpegios, que después
no tocará nunca.

El Tratado de Música y Afines no se publicó nunca. Es posible
que Ives Castagnino haya copiado algunos capítulos para sus
alumnos. En el original que llegó hasta nosotros, el texto se interrumpe bruscamente

(no se sabe si por culpa de Castagnino o deMandeb) en la página 2.159.

La última entrada es sencilla y pintoresca.

 

•    Capítulo DXI "De los Adornos"

Los adornos son como firuletes que tiene la música.

  MÚSICA