¿Dónde se desarrolló el combate de San Lorenzo?

 

¿Dónde se desarrolló el combate de San Lorenzo?

Por Miguel Ángel Mernes

Referencia

La historiografía nos ha legado un relato histórico plagado de incoherencias como resultado de haber ubicado los hechos históricos en una geografía incorrecta divorciada de la realidad que debería darle sustento. Esta situación obliga al investigador a utilizar, más que los documentos, el discernimiento. Los documentos, si bien explicitan las situaciones, no determinan con exactitud el sitio donde tales hechos pudieron, realmente, haberse desarrollado. Es ese el motivo por el cual expongo dos hipótesis sobre un mismo hecho de armas.

Acciones de guerra previas en ambas costas

Según el historiador Leoncio Gianello el gobierno de Buenos Aires reforzó la costa santafesina, con baterías, para mantener libre el tránisito hacia Paraná porque ésta era una comunicación vital en la lucha contra Montevideo. Dice el historiador que se diseminaban jinetes a lo largo de la costa en previsión de la presencia de la armada relista subiendo por el río Paraná. “…los navíos españoles navegando a vela contra la corriente no podían avanzar con tanta rapidez como los jinetes diseminados por la costa para espiarlos y trasmitir sus movimientos. Una vez seguros de no estar próxima la escuadra enemiga, en breves horas, los patriotas salvaban en lanchas y canoas las seis leguas del tramo Santa Fe-Paraná.”  El historiador, en primer término, hace desplazar a los jinetes por las costas entrerrianas en prevención de la entrada de la flota enemiga al río Paraná sin considerar las condiciones topográficas de las riberas paranaenses en el tramo comprendido entre el predelta y las barrancas del río Paraná. Y, a los ejércitos de Buenos Aires, encaminarse por la banda occidental del río Paraná hasta Santa Fe para, desde allí y cruzando el río, llegar a Paraná. Según el historiador desde esta ciudad marchaban, atravesando todo el ancho de la provincia, para alcanzar la costa del río Uruguay. Esta concepción de los movimientos de los ejércitos de Buenos Aires en marcha hacia la banda Oriental no tiene el más mínimo asidero.

Desde siempre, la entrada a Entre Ríos, desde Buenos Aires, se efectuaba por el “Paso de los Toldos”, en las costas del río Paraná Ibicuy, y se iba directamente a Gualeguaychú o a Concepción del Uruguay utilizando rutas antiquísimas. En el caso de existir peligro por la presencia de tropas realistas ocupando la Costa Uruguay las tropas se desplazaban desde la Bajada (Gualeguay) hacia el Norte por el camino viejo que corre paralelo al río Gualeguay hasta el Paso de Diego Martínez (Paso de la Laguna-Villaguay) y, desde allí, luego de atravesar el río Gualeguay, se marchaba hacia la costa del río Uruguay. Así se desplazó el General Manuel Belgrano, en 1810, en su cometido a las Misiones fundando, a su paso, el pueblo de Mandisoví (Federación). El otro ejemplo lo tenemos en las contínuas entradas del ejército bonaerense al Entrerríos por el “Paso de los Toldos” para enfrentar a nuestros caudillos. Los jinetes se apostaban, no a lo largo de la costa del río Paraná hasta la altura de Santa Fe, sino a lo largo de la costa del río Uruguay, entre el Rincón de Landa (Gualeguaychú), el Paso de Vera (Concepcion del Uruguay) y el Paso del Sandú (Colón). Avistado el enemigo subiendo el río Uruguay los jinetes, más veloces que las embarcaciones, corrían a avisar a los patriotas. La imaginación se resiste a creer que el ejército de Buenos Aires se desplazara por cien leguas hasta Santa Fe, atravesara luego el río Paraná, y desde la Ciudad de Paraná se desplazara hacia la costa del Uruguay, para llegar –recién- a Concepción del Uruguay y Gueleguaychú. Este método habría significado caminar otras cien leguas más desandando lo andado. La importancia que los patriotas daban al establecimiento de baterías, tanto en la entrada del río Paraná como en la del río Uruguay, fue para evitar la ocupación del territorio entrerriano impidiendo el desembarco del enemigo. La banda occidental del río Uruguay y la banda septentrional del río Paraná eran las cabeceras de puente obligadas para ambos bandos en pugna.

 

Para que la defensa costera diera resultado las baterías de tiro cruzado debían ser ubicadas a un mismo nivel y no más allá de la costa entrerriana frente a la Isla del Espinillo (batería Independencia)  o las inmediaciones del puerto de Landa (batería del Panco); una en el Paraná y la otra en el Uruguay.

Según Cervera el 12 de Enero de 1813 se tuvo noticias de que “…en las costas de Landa y en la boca del río Gualeguaychú merodeaban tres corsarios enemigos que iban a desembarcar tropas para saquear los establecimientos ganaderos de la zona.”  El 14 de enero “…los patriotas encontraron a la flotilla española en las costas del Arroyo Bellaco donde había fondeado esperando el momento oportuno para el desembarco.” Más adelante agrega  “Poco después, el 8 de febrero de 1813, el mismo capitán Samaniego volvió a distinguirse en el Arroyo Paranacito (Sur de Gualeguaychú) abordando la balandra enemiga de dos cañones Nuestra Señora del Carmen que fue apresada tomándose prisionera su tripulación, superior en numero a las escasas tropas de caballería que asaltaron a nado la embarcación enemiga.”  En los dos primeros casos se trata de acciones previas al combate de San Lorenzo y, en el segundo, en oportunidad en que las naves españolas se retiraban luego de haber sido vencidos.

En Diciembre del año anterior el coronel Holmberg había colocado obstáculos en la entrada del arroyo Negro o de la Tinta y en el arroyo Bellaco, consistentes “picadas”. La “picada” consistía en lastrar con piedras una embarcación y echarla a “pique”, o sea, dejarla ir al fondo de estos arroyos, en su desembocadura, para así reducir el calado de entrada a la vía fluvial. Así se impedía el libre ingreso de las naves enemigas.

 

El historiador Tejeiro Martínez dice que promediando el mes de enero de 1813 y aprovechando una ráfaga del Oeste, unos barcos corsarios, a los cuales se había descubierto el 13 de enero, “entraron resueltamente por la boca del Guazú no dejando duda de que se dirigían a las márgenes occidentales del Paraná”. Fue, precisamente, el haber descubierto la presencia de la flota realista en la boca del río Paraná, lo que provocó el oficio dirigido al Coronel don Juan Ramón Balcarce, Comandante de la Punta Gorda, previniéndole colocara un vigía en la boca del arroyo de las Vacas para hacer su seguimiento y, así, adelantarse a los hechos. ¿Qué vinculación existió entre el hecho antes relatado y el combate de San Lorenzo? Según el relato tradicional una parte de la flota española llegó hasta la boca del arroyo San Lorenzo, situado en las costas del río Paraná, cerca del Rosario de los Arroyos con la intención de efectuar “vaqueos” en las estancias santafesinas. Este intento enemigo culminó el día 3 de febrero de 1813 con el combate de San Lorenzo donde triunfaron las armas de la patria. Si bien existen quienes consideran que este combate de “San Lorenzo” es parte de la leyenda, sin rigor científico, entiendo que la duda debería plantearse, no con respecto al hecho de armas en sí -que efectivamente existió-  sino en cuanto al sitio geográfico en el cual este histórico combate tuvo lugar. Víctor Martín de Moussy, en el Atlas Geográfico de la Confederación Argentina, da la denominación de “canal de San Lorenzo” al arroyo de San Lorenzo que desagua en el río Paraná y el nombre de “San Lorenzo” al arroyo que confluye en el río Uruguay, lindero al “estero de San Lorenzo”. En ambos casos en territorio de Entre Ríos. En cualquiera de estos dos puntos estratégicos pudo haberse producido el encuentro entre los bizarros y noveles Granaderos a Caballo, comandados por el Coronel José de San Martín, y la infantería de marina de la flota realista que incursionaban en las costas entrerrianas en busca de ganado vacuno destinado a alimentar a los sitiados de Montevideo.

Si la batería Independencia fue levantada en la Isla del Espinillo, ubicada frente a la costa entrerriana de Victoria, el lugar estratégico para colocar la batería Libertad y tener efectividad en el tiro cruzado, tanto por el nivel del terreno donde se emplazaron los cañones como por la distancia entre la costa y la isla, fue el de la ribera entrerriana del predelta de Victoria, lindero al lugar donde desagua el arroyo San Lorenzo en el río Paraná. Por su parte el arroyo de San Lorenzo, situado al este de la Ciudad de Gualeguaychú, se desplaza, en su último tramo, por el lado sur de una zona anegadiza denominada “Esteros de San Lorenzo” y al norte de una localidad llamada “La Barranca”, situada casi en el punto de la desembocadura del citado arroyo, en el río Uruguay. Frente a la confluencia del arroyo San Lorenzo y el río Uruguay se halla la Isla de San Lorenzo. La posibilidad de que haya existido de una capilla o un convento en esta zona aledaña al río Uruguay surge de los siguientes datos: “Como conclusión, podemos deducir o suponer al menos, que las capillas populares u oficiales que funcionaron en nuestra zona y partido (se refiere a Gualeguaychú), fueron: primero la que funcionaba en la Reducción ubicada en el Arroyo Lorenzo hasta 1715 en que tenemos el último dato de la Reducción...”  o  “El núcleo indígena ubicado sobre el Yaguarí Guazú (Gualeguaychú, más precisamente sobre el arroyo Lorenzo)…El núcleo poblacional primitivo a orillas del Arroyo Lorenzo (Yaguarí Guazú - Gualeguaychú) debió trasladarse posteriormente de su enclave por diversas causas…”

Las dudas

En el primero de los casos, de haberse producido el hecho en la costa oriental del río Paraná, predelta del departamento Victoria, el arroyo o canal de San Lorenzo identificaría, no sólo el lugar del combate sino, además, el sitio donde se levantaba el convento de la Unión, ex Convento de San Carlos, en campos del actual departamento Victoria. Estas tierras fueron donadas, con esa finalidad, por el fraile y general don José Félix Aldao. Además, justificaría porqué, cinco días después de producido el combate, la nave española “Nuestra Señora del Carmen” fue divisada incursionando en el río Paranacito o Victoria. Las cercanías del “canal de San Lorenzo” y el río Paranacito con la Ciudad de Victoria sería una prueba más, demostrada fehacientemente con el análisis de las crónicas de don Pedro Tuella, que la  Ciudad de Victoria era, por ese entonces, la antigua Ciudad del Rosario de Santa Feé o Rosario de los Arroyos o Capilla del Rosario del Paraná. Como dato curioso, siempre inherente al tema, debo mencionar que los uniformes de los Granaderos a Caballo, participantes en este hecho de armas, tenían sus cuellos y mangas adornados con paño de color amarillo y no rojo, como los identifica la historiografía. La razón de este detalle, poco conocido, es que al momento de ser solicitados los uniformes por el Coronel San Martín no había existencia de paño rojo en la sastrería que debía confeccionarlos. Si bien se pidió una remesa de paño de ese color a Inglaterra, la demora en llegar a Buenos Aires obligó a reemplazarlo; en consecuencia se optó por el paño de color amarillo. Con posterioridad al Combate de San Lorenzo los granaderos lucieron sus uniformes con sus vivos rojos según el diseño original. Cualquiera haya sido el sitio donde tuvo lugar el Combate de San Lorenzo es interesante analizar el contenido de las distintas descripciones que cronistas e historiadores han dejado sobre el mismo; entre ellos Eudoro y Gabriel Carrasco. “Febrero 2. El coronel José de San Martín pasa por el Rosario…Iba acompañado por el cura párroco del Rosario, Julián Navarro, y por las milicias al mando del ya mencionado comandante Escalada.”  El presbítero Dr. Julián Navarro colaboró con el Cura Párroco de Concepción del Uruguay Pbro. Dr. José Bonifacio Redruello en la campaña de vacunación antivariólica que se llevó a cabo en 1806 en la Costa Uruguay. Era teniente de cura de la parroquia de la Inmaculada Concepción de aquella ciudad. Más adelante, fue capellán del Ejército de San Martín en San Lorenzo y en Chacabuco. El presbítero Dr. Navarro conocía palmo a palmo el territorio lindero al río Uruguay.

“Febrero 3. Tiene lugar el combate de San Lorenzo… He aquí como describe este combate el general Mitre: Al frente del monasterio, por la parte que mira al río, se extiende una alta planicie horizontal adecuada para las maniobras de caballería. Entre el atrio y el borde de la barranca acantilada, a cuyo pie se extiende la playa, media una distancia de poco más de 300 metros, lo suficiente para dar una carga a fondo. Dos sendas sinuosas, una sola de las cuales era practicable para infantería formada, establecían la comunicación, como dos escaleras, entre la playa baja y la planicie superior. Con estos conocimientos recogidos a la luz incierta que precede al alba, San Martín dispuso que los Granaderos saliesen del patio y se emboscaran formados con el caballo de la brida tras los macizos claustros y tapias posteriores del convento que enmascaraba estos movimientos; haciendo ocupar a Escalada y sus voluntarios posesiones convenientes en el interior del edificio, a fin de proteger el atrevido avance que meditaba…A las cinco y media de la mañana subían por el camino principal dos pequeñas columnas de infantería en disposición de combate…Desenvainando su sable corvo de forma morisca, arengó en breves y enérgicas palabras a los soldados a quienes por primera vez iba a conducir a la pelea, recomendándoles que no olvidasen sus lecciones, y sobre todo que no disparasen un tiro, fiando solamente en su lanza y en sus largos sables. Después de esto tomó en persona el mando del 2º escuadrón y dio el del 1º al capitán Justo Bermúdez, con prevención de flanquear y cortar la retirada a los invasores. En el centro de la columna enemiga nos encontraremos y allí daré a Vd. mis órdenes.”  Tanto la cita sobre la arenga a los granaderos como la circunstancia elegida por San Martín para impartir sus órdenes de batalla, según los historiadores Carrasco, parecen exageradas y poco creíbles, habida cuenta que los granaderos se hallaban escondidos detrás del pequeño convento, al pie de sus caballos enjaezados, tratando de no ser oídos y prontos a caer sobre el enemigo en una bien planificada emboscada. Se debe considerar, además, que en medio del combate, al galope y lanza o sable en mano, no es posible impartir ni recibir ordenes verbales sino tan solo aquellas que se dan por medio del clarín o con el redoblar del tambor.

Carrasco continúa transcribiendo el relato de estos hechos, con algunos comentarios del General don Bartolomé Mitre, señalando que “Los enemigos habían avanzado, mientras tanto, unos doscientos metros, en numero de 250 hombres. Venían formados en dos columnas paralelas de compañía por mitades con la bandera desplegada, y traían dos piezas de artillería de a 4 al centro y un poco a vanguardia de las columnas marchando a paso redoblado. En aquel instante resonó por primera vez el clarín de guerra de los Granaderos a caballo… Instantáneamente salieron de derecha e izquierda de las alas del monasterio los dos escuadrones, sable en mano, y en aire de carga tocando a degüello.”  De acuerdo con lo dicho por Mitre, los poco más de 300 metros de distancia originales, existentes entre el convento y el borde de la barranca, recorrido al cual el militar historiador considera “lo suficiente para dar una carga a fondo” y, además, “flanquear y cortar la retirada al enemigo”, evidentemente se habían reducido a sólo 100 metros, teniendo en cuenta que los realistas “habían avanzado, mientras tanto, unos doscientos metros...”. Efectuar una carga a fondo en trescientos metros de espacio no es lo mismo que darla en una distancia efectiva de cien metros. Esta última es la amplitud a que se había reducido el campo de batalla. Lo que quiero puntualizar es la incongruencia del relato porque esos cien metros no son una distancia suficiente como para dar una carga a fondo. Menos aún saliendo de atrás de unas tapias donde hombres y caballos estaban ocultos tratando de no hacer ruido. La finalidad era consumar una emboscada con el objetivo de arrasar la formación en la primera carga, flanquearlos y cortarles la retirada. Debemos tener en cuenta que el enemigo los duplicaba en efectivos, pertenecían a la infantería y contaban con el respaldo de dos piezas de artillería al centro y un poco al frente de las dos columnas que venían marchando a paso redoblado. Estas incoherencias se producen cuando se trata de adaptar la geografía al hecho histórico sin conocer la geografía donde se ubica dicho hecho histórico. La primera de las dos posibilidades, es decir, que el combate se haya desarrollado en las cercanías de la ciudad entrerriana de Victoria, estaría avalada por la presencia de un convento, otrora de la Propaganda Fide y por la cercanía del arroyo San Lorenzo. La segunda suposición, la cual aparecería como la más probable, sitúa el lugar del combate a orillas del arroyo de San Lorenzo, en su desembocadura en el río Uruguay. Si bien no dejo de ponderar la primera instancia me inclinaría por la segunda considerando el hecho de que la costa entrerriana de Gualeguaychú posee barrancas de no mucha altura, terrenos más aptos para el desplazamiento y la carga de la caballería y, fundamentalmente, que en estas costas del “Diamante” o Rincón de Landa  -no obstante los historiadores digan lo contrario- fue donde el Coronel Holmberg dirigió la construcción de la baterías de la tierra firme y la llamada “del Panco” o “del Banco”.

A la pregunta de si este hecho de armas pudo producirse en el sitio de la banda occidental del río Paraná de la actual Provincia de Santa Fe, lugar denominado “San Lorenzo”, debo decir -lamentablemente- que es una posibilidad que descarto absoluta y totalmente. Ni el lugar, ni las circunstancias,  ni los hechos anteriores y consecuentes que he citado, lo justifican. 

 

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

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SEGURA (Juan José), Historia Eclesiástica de Entre Ríos, Nogoyá 1964, página 69.

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TEJEIRO MARTÍNEZ (Benigno), Historia…, Buenos Aires 1900/1901, Tomo Primero, página 213.

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