EL PUEBLO FRIULANO

 

 

 

EL PUEBLO FRIULANO
 

Extraído del libro "LA COLONIA NACIONAL PTE.AVELLANEDA Y SU TIEMPO" lra. Parte, del Doctor Manuel I. Cracogna

 

Como grupo étnico, los friulanos ocupan desde hace muchos siglos la región NE de la península itálica, apoyándose en los confines con Austria y Yugoeslavia y vinculándose con el resto de Italia a través de las provincias de Belluno, Treviso y Venecia.

Situado al pie de los Alpes, la topografía del territorio ofrece dos regiones diferentes: al norte, con las estribaciones de la cadena alpina, la Carnia, y al sur con una llanura, el bajo Friuli, surcado por numerosos cursos de agua, siendo el principal el Tagliamento que en su recorrido divide en dos la zona friulana.

Políticamente el Friuli lo constituyen cuatro provincias, con sus sedes en Pordenone, Udine, Goricia y Trieste, los que en conjunto forman la "Regione Friuli Venezia-Giulia", cuya administración está a cargo del Consejo Regional.

Desde tiempos inmemoriales la región estuvo poblada por los seres del paleolítico y sucesivamente por individuos más evolucionados hasta que cinco siglos antes de Cristo llegaron los celtas (los galos de los romanos), quienes trajeron  elementos de una cultura más avanzada.

La expansión de Roma llegó al Friuli –que llamaban Carnorum Regio- dominando a los ceÍtas  y creando un poderoso centro político-militar cultural en Aquileia, con lo cual quedaron impresos los fundamentos de valores esenciales que debían caracterizar al pueblo friulano, palabra que deriva del nombre latino de la región: Forum Julii, adjudicado a Cividale, ciudad fundada por Julio César.

Con la decadencia del imperio romano, las fronteras desguarnecidas dejaron las puertas abiertas para las arrolladoras invasiones de los bárbaros. El paso obligado de las comunicaciones con Oriente, resultó -como siempre  fue- víctima de la destrucción y las depredaciones de esas masas guerreras, ávidas de llegar a la posesión de la opulenta Roma.

Aquileia; que ya había recibido la benéfica influencia del cristianismo, se convirtió en un centro desde donde se irradiaron los principios religiosos que pusieron su sello inconfundible en las manifestaciones de la cultura friulana.

Desde 568 y por espacio de doscientos años, fueron los longobardos los que ocuparon el Friuli, procedentes de la Panonia. Fue una migración en masa de multitudes con familias, trayendo el aporte de otra cultura, con avance civilizador, con su habilidad artesanal, la orfebrería, los tejidos de lana, cría de caballos, etc. Fijaron su capital en Cividale y unificaron el territorio.

Seguros de su poder, intentaron llegar y dominar a Roma. Pero el Papa Esteban II  pidió la ayuda de los francos para rechazar el ataque. Con Pepino y luego con Carlomangno, vencedores de las luchas, tuvo fin el dominio longobardo.

Comenzó así la supremacía de los francos en el Friuli, convertido en  marca, donde se instauró el régimen feudal. En su tiempo (796) sé reunió en Cividale un concilio, presidido por S. Paulino que proclamó la indisolubilidad del matrimonio.

Cuando todo parecía tranquilo, ocurrieron las repetidas incursiones crueles  y devastadoras de los húngaros, de tal fuerza destructiva que "hubieran hecho empalidecer a Atila", según se expresa un autor. Fue Otón quien puso fin a esta verdadera desgracia.

Resurgía el Friuli de sus adversidades. Sus pobladores se habían familiarizado y resignado a los sacrificios y privaciones. Amaban su tierra y su espíritu se fortaleció, sin arredrarse más por las contrariedades. Quedó grabada así una impronta de su idiosincrasia.

Expuesto el pueblo a frecuentes devastaciones, por obra de los señores se levantaron numerosos castillos y fortalezas para refugio y defensa de sus vidas y bienes.

Impuesto en 1420 el dominio de Venecia, algunas décadas después debieron soportar la invasión de los turcos, con su secuela de incendios, saqueos y la toma de numerosos cautivos. Quedaron desolados los campos, sin campesinos. Se debió traer nuevos colonos. Así nació, por ejemplo Villa Vicentina, con agricultores  de Vicenza.

Siguió una guerra contra el imperio germano por conservar la libertad y autonomía. Para colmo de males, una peste asoló la región y un terremoto (1511) produjo numerosos muertos y graves destrucciones.

Mientras ocurrían las penosas circunstancias que acosaban de continuo la integridad integridad y la paz de la región, el pueblo iba forjando su propia identidad y cultura en base a una lengua conformada por diversas raíces y cuyos  primeros documentos escritos se remontan al s. XII.

Al mismo tiempo se iban imponiendo las instituciones políticas como lo fueron  el Parlamento y la Comuna. El organismo superior tuvo distintas sedes hasta que desde 1400 tuvo su asiento en Udine. Por eso que en nuestra mentalidad  esa ciudad es considerada la capital tradicional del Friuli.

Nuevas luchas entre estados limítrofes situaban al Friuli como presa y víctima  de guerra hasta que en 1797, con la victoria de Napoleón sobre los austriacos, los franceses ocuparon parte del territorio. Se produjeron entradas y retiros de ejércitos extranjeros con las consecuencias que se pueden imaginar.

En 1866, Austria cedió una parte del Friuli. Quedó unificado con la anexión de la región oriental (Trieste) después de la primera guerra mundial, que fue escenario de dolorosos episodios bélicos. De ellos quedaron mudos testimonios y en Redipuglia los caídos tiene su perenne recuerdo.

Con admirable entereza el pueblo friulano se repuso y reaccionó ante los desastres de la última guerra, que finalizó en 1945. Sus jamás desmentidas fuerzas morales, basadas en la Fe, el trabajo, el tesón y el sacrificio, reconfortaron su ánimo y cumplieron con la reconstrucción hasta presentar un Friuli pujante y progresivo para orgullo de su estirpe.

Loable ejemplo de valor tuvieron frente a la desgracia del terremoto del 6 de mayo de 1976, que puso en evidencia la unidad y solidaridad de los friulanos de todo el mundo para con sus hermanos abatidos.

Tal en síntesis, bien apretada por cierto, los aspectos más sobresalientes de la vida de este pueblo milenario, cuyos miembros se hallan esparcidos en los cinco continentes, mostrando su fe en Dios, su férrea voluntad para el esfuerzo, su afecto a la familia, su apego a las tradiciones y su culto a la alegría, dejando para el futuro innumerables descendientes, émulos orgullosos de tan nobles ancestros.

 

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