LOS INMIGRANTES

 

 

PARA SABER QUIÉNES SOMOS.

 

LOS INMIGRANTES

 

Toda esta mezcla -indios y conquistadores, gaucHos y doctores y tantos otros elementos- había producido, hacia el último tercio del sigla XIX, un proyecto de país bastante homogéneo, bastante individuado. Si nos imaginamos a la Argentina de 1875 (para fijar un año concreto) advertiremos que en ese momento ya estaban escritos algunos de las libros más influyentes e importantes de nuestra literatura: Facundo, Una excursión a los Indios Raquieles, Martín Fierro y El Matadero. En 1875 ya había concluido la última guerra exterior argentina, sus fronteras estaban virtualmente establecidas, su espacio interior ocupado en su totalidad, salvo las regiones de predominancia indigena, que tardarían muy poco en ser incorporadas al territorio útil. Se habían formado partidos politicos relativamente orgánicos y los dirigían un par de docenas de hombres con auténtica gravitación nacional. Habia comenzado la explotación racional del agro y ya se habá exportado trigo. Y crecía un movimiento industrialista en los sectores dirigentes de Buenos Aires, que luchaba por crear una conciencia de protección a las fábricas locales Y machacaba sobre la necesidsd de no aceptar un destino colectivo puramente rural.
En este hipotético año 1875, cuando cualquier observador podía pensar que en este país se daban todos los elementos necesarios para que creciera y se desarrollara según tales bases, empiezan a llegar las prineras camadas masivas de inmigrantes. Y esta circunstancia, que en años anteriores se repite en progresión geométrica, cambia la faz argentina. Le da otro sello al nuevo País.
Las hombres que dirigieron a la Argentina a partir de la caída de Rosas soñaron con poblar nuestro territorio con inmigrantes europeos. En eso no diferían Urquiza y Mitre, la Confederación y Buenos Aires. Alberdi se ilusionaba con llenar la Pampa de ingleses; Sarmiento prefería italianos y franceses.
Pero todos afirmaban que era indispensable un gran aporte europeo. Para hacer del territorio vacio un valor económico; Para trocar los rudos hábitos de la barbarie en usos urbanos y civilizados; para borrar la impronta hispánica; para desamericanizar a la Argentina y convertirla en una versión más feliz de la vieja Europa. Cada cual tenía un motivo personal, pero todos tendían a lo mismo: que vinieran muchos inmigrantes y nos enseñaran a trabajar, a respetar las instituciones, a ahorrar, a manejar máquinas, a vivir mejor.
Lo cierto es que las primeras inmigraciones, promovidas o alentadas por el Estado, dieron resultadas bastante diferentes a los previstos. En primer lagar, porque los "gringos" que llegaron no sabían trabajar la tierra en absoluto: en las primeras colonias instaladas en Santa Fe hubo que enseñarles a ordeñar, a sembrar, a atar el caballo al sulky. Además, porque en muchos cssas se trataba de verdaderas estafas a los colonos: se les entregaban suertes de tierra muy diferentes a las prometidas. Se echaba a los pobladores criollos -que podian ser perezosos pero que al menos conocían las trabajos de campo- para entregar sus tierras a suizos o italianos apampados, inútiles.
Estas experiencias negativas no arredraron a los dirigentes del país. Se sancionaron leyes privilegiando a los inmigrantes, se organizaron oficinas en Europa para reclutar colonos, se mejoraron las técnicas de colonización. Y como en esos años habia una crisis persistente en Europa, los inmigrantes empezaron a llegar, no ingleses como soñaba Alberdi ni franceses como preveía Sarmiento: gallegos a rolete, genoveses, Piamonteses. Más tarde vendrían los sicilianos y calabreses, los polacos y ucranianos, los judíos y los turcos. En veinte años la Argenina modificó su imagen, su tipo étnico, su habla popular, su indumentaria, sus hábitos alimentarios. En 1890 tenía Bnenos Aires más de la mitad de la población extranjera. Y si un buen número de inmigrantes habla marchadu al campo, más de la mitad había quedado prendida a la vida urbana en Buenos Aires y Rosario y en todo caso no mucho más allá de la pampa húmeda.
La cosa no había sido exactamente como la habían pensado sus promotores originarios. Sarmiento, hacia 1884, en los picos más altos de la oleada inmigratoria, sintió un furor chauvinista, un temor pánico por la invaaión de extranjería y le afloró un furioso antisemitismo. Él, que había sidu el inventor de Civilización y Barbarie y a todo lo europeo le atribuía sin más la condición de ciñlizado!
Pero la cosa no podía pararse ya, todo estaba preparado en el país para que los inmigrantes signieran llegando. La Argentina era, para cualquier europeo, un El Dorado. "Vamos a La Plata,/ que allí se gana mucho /con poco trabajar": esta coplita ingenua se cantaba en España hacia1886. "Toma mate, toma mate / Que en el Río de la Plata / no se toma chocolate". ¡Ah, gsllegas de mi infancia ¡Avelina Varela, Amparo Novoa, Remedios Yáñez, Presentación Arnedo Jiménez, Jesusa Candosat ¡Todas cantaban canciones que habían traído de sus remotas juventudes galaicas, y en esas canciones latía la esperanza de una Argentina dorada, ubérrima, un país de sueño donde el trabajo se pagaba bien y la vida podía ser más feliz.

 

TEXTO DEL HISTORIADOR ARGENTINO FELIX LUNA.

NOTAS: VER TAMBIEN INMIGRANTES DE AVELLANEDA

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