ORGANIZACION DEL TERRITORIO. REGIONALIZACION.

 

 

Argentina

ORGANIZACION DEL TERRITORIO. REGIONALIZACION.

 

Una visión del funcionamiento, morfología y jerarquía del sistema de ciudades, de la localización de actividades y de la población, del trazado de las redes de infraestructura, de los movimientos y flujos en el espacio y del uso de los recursos naturales muestran una estructura espacial con escasa o débil articulación entre las partes y, en consecuencia, entre las regiones, pero con una fuerte dependencia de Buenos Aires y su área metropolitana.

Todo esto es el resultado de una ocupación espontánea del espacio, el cual muestra el impacto sucesivo de las diferentes etapas de la economía argentina y de las decisiones políticas. Este esquema de organización territorial se denomina “modelo tendencial”, ya que refleja las tendencias socioeconómicas, políticas y geográficas en una larga relación tiempo-espacio. Hacia finales de la década de 1980, distintos procesos rompieron con muchas tendencias históricas e hicieron surgir otras.

Este modelo encontró bases muy sólidas en la valoración de la posición geográfica mundial de Argentina, de “aislamiento geográfico”, que la llevó a ser considerada un “país isla” —como la definió el almirante Storni— y, en consecuencia, a modificar su organización espacial en función del puerto. El concepto de la “Argentina insular” comienza a cobrar fuerza con la economía agro-portuaria y con los inicios de la industrialización (sustitución de importaciones).

Así, Argentina se estructuró sobre los puertos, con amplio predominio del de Buenos Aires. La cohesión interior, la centralización de la baja cuenca del Plata, el “desprendimiento” fronterizo y las condiciones de sequedad que imperan en gran parte del territorio, contribuyeron a consolidar la “Argentina insular” y a organizar su espacio interno en función de dicho sistema, dando lugar al “país abanico” definido por el filósofo argentino Mario Bunge.

Este esquema tendencial llevó a la valoración de la región pampeana, a la cual se le confirió el rol de región nuclear del país. Por otro lado, el modelo se extendió a los espacios significativos de las otras regiones, coincidiendo la mayoría de las veces con los núcleos geohistóricos y con la producción de bienes complementarios de la Pampa húmeda. Mientras tanto, con el paso del tiempo, fue tomando cuerpo el lugar de mayor capitalidad del territorio argentino, concentrando la población, las actividades, los servicios y, por ende, el poder. El área metropolitana de Buenos Aires y, más tarde, el eje urbano industrial San Lorenzo-Rosario-La Plata se impusieron así por su privilegiada posición geográfica, determinando la configuración y funcionamiento del espacio nacional.

En este escenario, la posición de las regiones y de sus sistemas urbanos resultaba periférico, más aún por el escaso contacto entre ellas y los países colindantes. Este proceso se vio reforzado por la presencia de conflictos, lo que llevó a consolidar el “desprendimiento fronterizo”, sobre todo con Chile y Brasil. En la actualidad, se ha dado por agotado dicho modelo y Argentina ha encontrado otras dos vertientes hasta ahora no valoradas: su posición céntrica en el Cono Sur (posición subcontinental) y su posición aguas abajo de la cuenca del Plata (posición regional). Esto lleva al país a ocupar una nueva posición en el mundo, dentro de un ámbito de integración regional: Mercosur, que ha de volver a poner en movimiento sus sistemas de relaciones.

 

La integración de Argentina en el espacio comunitario del Mercosur implica complementar la concepción insular del país con la peninsular; esto encierra una proyección marítima y otra proyección continental, que conlleva la estructuración de un nuevo sistema de relaciones con el espacio exterior e interior. Esta situación modificará, sin duda, la función de las diferentes regiones y conducirá a su reconversión productiva por haber variado su posición con respecto a los mercados y la accesibilidad general. El concebir a Argentina en este escenario de futuro implica potenciar cuatro aspectos sobresalientes: la complementación e integración territorial interna y con otros países de la región, y la accesibilidad de ciudades y regiones hacia el Atlántico y Pacífico, modificando su posición actual.

 

Todos estos cambios conllevan el establecimiento de un nuevo sistema de relaciones, lo que supondrá, en principio, una reestructuración estratégica de las redes de transporte, comunicaciones, flujos y energía, así como la valoración de los grandes espacios constitutivos del territorio nacional que se extiendan más allá de las fronteras, pero que han de encontrar su articulación y unidad. Las fronteras, que antes separaban espacios llamados a funcionar en común, serán ahora franjas de dinamismo e integración.

Los espacios noroccidental, nororiental, patagónico austral, pampeano y metropolitano han de conjugar los grandes ámbitos geográficos para un desarrollo más equilibrado en lo interno y más proclive a la proyección e integración en lo externo. La correcta percepción de esta realidad geográfica llevará a valorizar, dentro de los espacios mencionados, los sistemas regionales individualizados; éstos, a su vez, se encontrarán con mejores posibilidades y capacidades para desarrollar sus potencialidades, complementarse e integrarse con las regiones de los países vecinos y articularse entre sí.

La reestructuración del territorio, impulsada por el proceso de integración regional, es una nueva oportunidad, un hito más, un umbral de mayor complejidad en la organización territorial; también habrá desigualdades. Problemas y nuevas oportunidades son una dicotomía permanente en la vida de los pueblos y ese devenir se refleja en la organización del territorio. El nuevo modelo que se vislumbra no elimina el anterior: lo complementa y lo supera. Los hechos históricos son acumulativos espacialmente.

Así como en la anatomía territorial los espacios y regiones se reubican y se reconvierten, en la fisiología territorial el sistema urbano y las redes se modifican en sus funciones. Las transformaciones globales del mundo actual —desde la economía integrada hasta el cambio tecno-productivo y la revolución en los transportes y las comunicaciones— han de impulsar el proceso señalado. En esto consiste la nueva lógica territorial.


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