DR. NICOLÁS AVELLANEDA

 

 

Dr. NICOLAS AVELLANEDA
 

Síntesis Biográfica

Extraído del libro "LA COLONIA NACIONAL PTE.AVELLANEDA Y SU TIEMPO" lra. Parte, del Doctor Manuel I. Cracogna

 

Entre los prohombres que en el siglo pasado ofrendaron sus desvelos y esfuerzos - no exentos de  contrariedades , para conseguir la organización del país, la personalidad del Dr. Nicolás Avellaneda adquirió una dimensión excepcional por la generosa influencia que ejerció en el breve lapso de su activa y fecunda vida política.

Fue la histórica  Tucumán la cuna de su nacimiento, donde abrió los ojos el 3 de octubre de 1837. Cuando apenas gozaba de las delicias del hogar paterno, la tragedia desatada por los públicos enconos se ensañó con su inocencia y arrancó de su lado la vida de su padre, imponiendo a esa familia patricia el penoso destino del ostracismo en tierra extraña.

Superadas las condiciones adversas que pugnaban por entorpecer las paz interior, regresó para iniciar estudios superiores en Córdoba, prestigioso centro de elevada enseñanza.

Movido por la atracción qué sintiera por el manejo de la cosa pública, joven aún, se dedicó al periodismo, fundando en su ciudad natal "El Eco del Norte" siguiendo luego en Buenos Aires en las redacciones de "El Nacional" y "El comercio del Plata", al tiempo que se graduaba en jurisprudencia.

A través de sus escritos, puso en evidencia la lucidez de sus pensamientos y el acierto de su criterio al analizar en profundidad los asuntos políticos de la época. Tal grado de ilustración, le valió ser designado ministro de gobierno de la provincia Buenos Aires. Poco después, el presidente Sarmiento, como honroso reconocimientos de sus méritos, le confió el ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, desde cuya cartera realizó una obra encomiable y fecunda en grandes realizaciones en favor de la instrucción popular, interpretando los elevados propósitos del primer mandatario.

La límpida trayectoria de su desempeño en los círculos oficiales, caracterizada por su honradez y elevado civismo, le atrajeron el favor y la confianza de la mayoría de sus conciudadanos que, al ser propuesto como ente conciliador entre las tendencias existentes, lo llevaron a regir los destinos  del país desde el sillón presidencial cuando contaba sólo 37 años.

 Al asumir el cargo, el 12 de octubre de 1874, el país se hallaba en medio de un enfrentamiento de facciones irreconciliables. Al lograrse la pacificación, el Dr. Avellaneda dio muestras de su entereza y magnanimidad  con los que pretendieron, con la fuerza, arrebatarle su mandato.

El gobierno de nuestro prócer, ocupó un período pleno de contingencias  que obstruyeron el resultado feliz e inmediato de su gestión administrativa.

No obstante estas circunstancias, con decisión y rigurosa austeridad afrontó una aguda crisis económica de la que no pudo desligar la dependencia extranjera en la consecución de soluciones honorables que afianzaran el crédito del país y aseguraran el bienestar para el futuro de la Nación. Movió el sentimiento y la voluntad de sus conciudadanos frente a la emergencia, expresando uno de sus brillantes  pensamientos:"Nada hay perdido cuando queda en pie un pueblo que trabaja".

En medio de dificultades, puso en práctica su convicción de que la población de nuestro inmenso erial constituía un asunto impostergable, cuya temática volcó en su obra "Estudio de las leyes de tierras públicas". Con su experiencia y los antecedentes de un problema de antigua data, la sanción de la Ley 817, de Inmigración y Colonización,  por él concebida, que permitió el arribo de miles de extranjeros con los que inició la colonización del Chaco y se agregaron nuevos núcleos agrícolas en el centro del país. Dos años después, la Argentina disponía y negociaba su primer saldo exportable de trigo.

Durante su mandato, vencidas las dificultades, el país entró en visible crecimiento. Al tiempo que se solucionaban problemas de límites con naciones vecinas y se afirmaba la soberanía argentina en los territorios del sur, se extendieron las líneas ferroviarias y telegráficas, inaugurándose el primer tren a Tucumán; se ampliaron las fronteras de la civilización sustrayendo vastos territorios al dominio de los aborígenes; se protegió el desarrollo de industrias esenciales para reducir importaciones y se promovieron exposiciones para exhibir la producción nacional.

En el último año de su gestión (1880), tres acontecimientos importantes sellaron su acción presidencial. En el mes de junio, ocurrió y fue reprimida la cruenta revolución de Tejedor, que obligó el traslado del gobierno desde Buenos Aires al vecino pueblo de Belgrano. Tal desorden fue la causa de que las incipientes colonias nacionales fueran descuidadas y sus pobladores sintieran las penurias del hambre.

Cúpole al Dr. Avellaneda el privilegio de presidir la solemne ceremonia de la repatriación de los restos del ilustre Padre de la Patria, el Gral. D. José de San Martín, en cuya ocasión pronunció una de sus brillantes piezas oratorias.

Con su valiosa intervención, quedaron disipadas las odiosas discrepancias entre la gran ciudad y el interior, al promulgar la ley de federalización de Buenos Aires que desde entonces es la capital de la República.

Al dejar la presidencia, fue electo senador de la Nación representando a su provincia, al mismo tiempo que ocupaba el cargo de rector de la Universidad de Buenos Aires, desde cuyo estrado logró la promulgación de la ley  universitaria que lleva su nombre.

La intensa actividad que desplegaba exigió esfuerzos a su salud, que no tardó en resentirse seriamente, por lo que viajó a París a fin de hallar recuperación. Vanas resultaron las atenciones médicas. Con el ánimo decaído y agotadas sus energías, decidió retornar  a su patria. No alcanzó a llegar, pues su vida se apagó el 25 de noviembre de 1885, rodeado de  sus familiares y amigos dilectos, cuando el "Congo" estaba e la vista del  Río de la Plata.

 Fecundo en sus escritos y discursos; elocuente en su oratoria, dejó una obra literaria que fue compilada en doce volúmenes, que son fuente de  orientación política e inagotable enseñanza para las futuras generaciones.

Fiel a las tradiciones de su familia y de la gran mayoría del pueblo,  firme en su convicciones íntimas y espirituales, fue un creyente sincero  y práctico, por lo que su vida fue ejemplo de probidad, de respeto y de elevadas virtudes cívicas. En síntesis, un hombre íntegro, cuyo nombre  ostenta con orgullo nuestra ciudad, venerando su memoria con el homenaje  perpetuo de su imagen que inspira, desde el silencio del bronce, nuestra vida ciudadana.

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