PROCESO INMIGRATORIO

 

 

 

Extraído del libro "LA COLONIA NACIONAL PTE.AVELLANEDA Y SU TIEMPO" lra. Parte, del Doctor Manuel I. Cracogna

  

 

 

 


EL PROCESO INMIGRATORIO ARGENTINO

 

 

Hemos creído oportuno y conveniente dedicar este capítulo para transmitir aspectos generales de un movimiento que produjo una profunda transformación socio-económica en nuestro país, cuyo desarrollo y proyecciones han sido analizadas y valoradas por eruditos escritores y economistas.

No es objeto especial de este libro referirse al extraordinario proceso de la inmigración en la República Argentina, tema de por sí amplio y complejo, estrechamente vinculado al establecimiento de colonias agrícolas.

Sin embargo, el hecho de que Avellaneda haya tenido su origen en el inicio de la corriente inmigratoria masiva, nos impulsa a dar información, siquiera sobre tan importante acontecimiento que significó un evidente crecimiento poblacional, con óptimos resultados a pesar de los inconvenientes propios de toda empresa de imponderable magnitud.

Sabido es que durante el régimen colonial, la enorme extensión de las Provincias Unidas del Río de la Plata estaba escasamente poblada. El celo de España por la conservación e integridad de sus dominios hizo que se pusieran en práctica disposiciones rigurosas que restringían y aún prohibían el ingreso de extranjeros en su territorio, con libre entrada de súbditos de la corona.

No obstante estas medidas tan excluyentes, no fueron pocos los que ingresaban en forma clandestina y otros que eran admitidos, con la debida licencia, cuando eran de suma utilidad en algún oficio.

Este régimen, que impedía la prosperidad, sólo podía exhibir campañas paupérrimas cuando no completamente despobladas, ofreciendo un cuadro desolador con atraso de siglos en un laboreo agrícola sin desarrollo.

Así llegamos a la fecha del nacimiento de la nación. En 1810 la población del país se puede estimar que oscilaba en los 500 mil habitantes, descompuestos según datos de diversas fuentes, en los siguientes grupos: "Mestizos de indios, 40 %; criollos descendientes de españoles, 20 %; negros y mulatos, 20 %; indios civilizados, 10 %; españoles puros, 5 %; extranjeros no identificados, 2 %; italianos, 1 %; ingleses, 1 % y portugueses, 1 % .

Desde los albores de nuestra nacionalidad, fue preocupación de los gobiernos la necesidad de poblar las extensas llanuras de la patria. Así tenemos el antecedente del decreto del 4 de setiembre de 1812, firmado por Rivadavia, Chiclana, Pueyrredón y Herrera, que regulaba y legislaba sobre la inmigración y su fomento.

Existía el convencimiento de que sólo con el aporte masivo de extranjeros laboriosos podía superarse la situación de estancamiento y de dependencia que afectaba al país. El Art. l° del decreto citado establecía: "El gobierno ofrece su inmediata protección a los individuos de todas la naciones y a sus familias que quieran fijar su domicilio en el territorio del Estado, asegurándoles el pleno goce de todos los derechos del hombre en sociedad, con tal que no perturben la tranquilidad pública y respeten las leyes del país "

En el Art. 2° residía el interés oficial por el fomento de la agricultura al promulgar con claridad que:  "A los extranjeros que se dediquen al cultivo de los campos se les dará terreno suficiente y se los auxiliará para sus primeros establecimientos rurales, y en el comercio de sus producciones gozarán de los mismos privilegios que los naturales del país".

El escritor Gastón Gori, de quien transcribimos estos textos, nos afirma: "La importancia de este decreto - inspirado por Rivadavia - reside en la permanencia de su espíritu en la legislación subsiguiente a través de más de un siglo. Circunstancias históricas conocidas hicieron que no prosperara, hasta que en 1821 se complementó con la ley del 22 de agosto, sobre transporte de familias europeas a nuestro país"

A la disposición de 1812 se ha otorgado el valor de un jalón incuestionable para el comienzo de la política inmigratoria, al dejarse establecido por Decreto N° 181 de 1913, el 4 de setiembre de cada año como "Día Nacional del Inmigrante", encomendándose a la Dirección de Migraciones la organización de la celebración de esa fecha en todo el país. La conmemoración ha pasado desapercibida hasta que hace pocos años se realiza el homenaje a los pioneros de Avellaneda, en ese día, al pie del monolito que recuerda a nuestros inmigrantes en la plaza 9 de Julio.

Siguiendo la senda trazada con excelentes intenciones para promover la población del país, se creó en 1824 una comisión de inmigración, entre cuyas atribuciones estaba la de nombrar agentes en Europa para la contratación de familias, previa activa propaganda para difundir las ventajas que se ofrecían a los inmigrantes. El reglamento de la comisión preveía el alojamiento y el posterior destino a los que ingresaran al país, como también autoriza el reclutamiento de trabajadores por parte de personas o empresas colonizadoras bajo la supervisión de la comisión.

La crítica situación imperante en aquellas épocas, con las constantes luchas internas, la inestabilidad y la desorganización por falta de experiencia, la inseguridad en las garantías y hasta la innata aversión del hijo del país hacia el extranjero, fueron factores determinantes del fracaso de los intentos de poblamiento por agricultores.

Aparte de ello, las tierras de las zonas más fértiles del centro de la República se hallaban distribuidas en grandes extensiones para establecimientos ganaderos. "La agricultura quedó reducida al cultivo de cereales en pequeñisima escala cerca de las ciudades -importamos harina. para el consumo hasta 1876- o al enclave de chacras en las estancias... con lo cual los agricultores pasaban a estar en situación de dependencia, no como arrendatarios sino como trabajadores equiparados a los peones de la ganadería".

Durante el gobierno de Rosas disminuyó a ínfimas cifras el ritmo de la incipiente inmigración, al tiempo que se producía el éxodo de los contrarios del régimen, haciéndose grave la inquina hacia los extranjeros sobre todo durante el bloqueo de Buenos Aires por la flota franco-inglesa.

Derrocada la dictadura, los vencedores de Caseros se abocaron a la tarea de la organización nacional. Con el consenso de las provincias – excepción hecha de Buenos Aires -, quedó sancionada el 1 ° de Mayo de 1853, en la ciudad de Santa Fe, la Constitución que debía regir los destinos del país.

Los congresales de esa histórica asamblea tomaron oportunas previsiones para impulsar la población del territorio con elementos extranjeros. Con esta finalidad, en el preámbulo de la Carga Magna, se ofrecía la seguridad de "los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino, invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia".

Como si esto fuera poco, en su Art. 20° se recalcaba las garantías que se otorgaban al expresar que: "Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano".

Además, los constituyentes fijaron una disposición en el Art. 25º que fue la norma fundamental para atraer gente de otros países para que poblara nuestro inmenso erial y contribuyera al desarrollo del país. Se establecía textualmente:"El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las Artes".

En base al articulado de nuestra Constitución y desde la fecha de su vigencia, se produjo un paulatino aumento de la afluencia inmigratoria asegurado también por generosas disposiciones oficiales cuya culminación fue la ley de 1876 del Presidente Avellaneda, que protegió la inmigración y promovió la fundación de colonias agrícolas.

El movimiento inmigratorio constituyó un fenómeno extraordinario y dio origen a opiniones encontradas con respecto a la calidad del elemento humano que con la fuerza de un torrente ingresaba a nuestro territorio. Así el aforismo de Alberdi de "gobernar es poblar" se convirtió en una persistente polémica en torno a la selección de los individuos que compartirían nuestras actividades ejerciendo iguales derechos civiles.

Muy loable la prevención de los círculos oficiales para evitar los riesgos que implicaba la presencia de elementos indeseables .En este aspecto le cabía responsabilidad a los agentes que, sin una razonable elección, reclutaban individuos y familias guiados por cumplir cornpromisos y contratos con sus serias exigencias. Estos agentes no siempre procedían con honestidad obrando con datos e informes verídicos; sino más bien usaban de 1a generosidad en las promesas de una vida fácil y provechosa en el nuevo mundo. Naturalmente que siempre encontraban gente dispuesta a viajar impulsados por la necesidad o el deseo de mejorar su precaria situación.

Al referirse a estas actitudes reprobables de los agentes, el ministro italiano Lanza denunciaba lo que consideraba comercio inmoral al afirmar: "Muchas familias agricultoras, así engañadas, venden sus muebles y hasta parte de sus vestidos para pagar el precio del pasaje a especuladores, que las embarcan como si fueran rebaños y si no las dejan en algún puerto intermedio, las desembarcan en América donde, por míseros adelantos, caen en manos de otros especuladores quienes, con tal que saquen de ellos el mejor partido poco les importa quitarles la libertad y dejarlos en la miseria".

Un autor italiano de aquellos tiempos, hace un análisis de las filiaciones los inmigrantes, expresándose textualmente de esta manera: "Junto al bueno está también el malo, y en la numerosa colonia italiana no faltan las personas poco dignas; así, hay unos cuantos millares de individuos afectados por sentencias de los tribunales italianos, quienes aprovechando las circunstancias porque en la Argentina no existe extradición, encuentren en ella un refugio seguro. Con tal motivo, cambian de vida, muchos se rehabilitan con el trabajo y con una loable conducta. Abundan así los empleados infieles, los quebrados y fraudulentos y los desertores de la armada, etc."

"La tranquilidad interna que siguió a Pavón, produjo un desenvolvimiento de la inmigración. En la década 1852 - 1872 la cantidad aumentó trece veces: 400.000 "

Si bien difieren las cifras en distintos autores, sabemos que en aquella época estaban los que poblaron Ausonia, verdaderos pioneros de nuestro norte santafesino.

La mayoría de esta afluencia humana se hallaba constituida por gentes de escasos recursos. Lo poco que tenían lo dispusieron para alcanzar mejores condiciones en nuestro país y se contrataban con empresas persiguiendo sus aspiraciones, sin contar más que una férrea voluntad que los condujo a regiones inhóspitas y peligrosas para forjarse un porvenir.

Con escasa o ninguna instrucción, eran originarios de Italia y España en su mayoría (piamonteses, napolitanos, gallegos y vascos), mal mirados y despreciados por la clase dirigente porteña que los consideraba la "escoria de una Europa corrompida".

Con esta buena gente, sumida en una situación casi desesperante fuera de su patria, se diseminó por diversas zonas del país, aceptando con estoicismo las duras condiciones a las que debía sujetarse para cumplir compromisos de trabajo o, como se dice, abrir picadas en la vida.

No todos pasaron al interior. Muchos de ellos, por no ser agrarios, optaron por establecerse en las ciudades del litoral fluvial y en la capital. Redujeron su existencia a precarias condiciones de vida, aceptando trabajos agobiantes de míseros salarios, víctimas de explotadores y vividores e inescrupulosos.

Habitando en tugurios o en el hacinamiento malsano de los conventillos. Y ahorraban sobre su hambre para mejorar. No faltaron tampoco los que una vez lograda una posición holgada, se convirtieron en abusivos de la buena fe de sus propios paisanos que, como ellos, llegaron a nuestras playas con idénticas intenciones.

Sobre todas las contingencias que debían soportar, en general los inmigrantes fueron tranquilos, sumisos a las leyes, resignados a su suerte. No pocos volvieron a su tierra natal una vez alcanzado el mínimo de recursos. Los que se quedaron, siguieron luchando formando la incipiente masa proletaria de las ciudades, que sobrepasó al ingente grupo de nativos que, con su natural indolencia, se veían desplazados de las fuentes de trabajo lo que, como es lógico, producía fricciones rayanas a veces con el desorden.

Pero, seamos leales con la verdad. La mayoría de los extranjeros, sin distinción de nacionalidad, radicados definitivamente, con su trabajo tesonero, alcanzaron la meta propuesta al salir de sus países: su bienestar y el de sus familias. Y hoy sus descendientes, constituyen la muestra elocuente de su valiosa heredad.

MOVIMIENTO MIGRATORIO EN NUESTRO PAÍS

PERIODO 1857 – 1928

PERIODOS PRESIDENCIALES ENTRADAS SALIDAS
1857-1862 33.017 13.975
1863-1868 86.697 35.070
1869-1874 190.208 103.246
1875-1880 130.533 112.588
1881-1886 320.840 83.540
1187-1892 593.967 235.320
1893-1898 410.794 149.440
1899-1904 518.206 249.562
1905-1910 1.415.190 498.948
1911-1916 1.044.823 728.434
1917-1922 287.450 280.849
1923-1927 776.967 256.461
TOTALES 5.808.692 2.747.433


 

Estas cifras totales dan un saldo favorable al país dé 3.061.259 nuevos pobladores, de los cuales la mayoría eran italianos, que significaron en 1927 el 45,65 % de los europeos residentes. Podemos agregar que en la actualidad, la cantidad de italianos y sus descendientes pueden estimarse en un 40% del total de los argentinos.

De los guarismos que anteceden, junto a los descontentos que regresaron a sus países, corresponde deducir, con lógica imprecisión, una respetable cantidad de inmigrantes temporarios, denominados así aquellos extranjeros que venían para trabajar en las tareas rurales de recolección de cosechas sobre todo, sin intención de radicarse.

Con pocas semanas de trabajo ganaban lo suficiente para pagarse el pasaje y llevar dinero consigo. Era un movimiento similar a lo que ocurre entre nosotros con los cosecheros de1 algodón que llegan de pueblos y provincias vecinas, algunos con toda la familia, los que, finalizado el período de trabajo, regresan a sus lugares de residencia. Son los trabajadores "golondrinas" como los menciona José Ma. Rosa, haciendo notar que según una cifra estadística, en 1911, había en nuestro país 90.000 inmigrantes temporarios . j'

La inmigración ha sido promovida y facilitada por nuestro país ya organizado de manera de poblar el territorio y propender a acrecentar nuestra cultura mediante ciencias y artes aportadas por los extranjeros acogidos con generosidad en nuestra tierra.

Sin embargo - y aunque resulte redundancia el decirlo -, junto al hombre honesto y laborioso, reclamado por la ley de inmigración, llegó hasta nosotros el elemento indeseable, producto del desecho de otras sociedades, "individuos que, con designios completamente opuestos a 1os expresados en la Constitución, fijaron su residencia entre nosotros. Sus manejos delictivos suscitaron la expectativa general viéndose obligados los poderes públicos a dictar medidas especiales fuera de las ya contenidas en la ley de inmigración".

No son pocos los países que han incorporado a su legislación la posibilidad de expulsar a un extranjero peligroso para la sociedad. Y precisamente, para dar término a los abusos y delitos de elementos extraños al país que promovían disturbios, quedó promulgada en 1902 una ley llamada de residencia, para la cual se autorizaba al Poder Ejecutivo a ordenar la salida del territorio a todo extranjero indigno de nuestra convivencia. En el Art. 3° de esa ley  N° 4.144 - se preveía que el P.E. podía también impedir la entrada al país de cualquier extranjero reconocido por sus malos antecedentes.

Esta Ley fue derogada en 1958. Sin embargo, resultó reimplantada, en lo esencial, por otros decretos y la ley 17.294, de año 1967.

No cabe duda que la inmigración indiscriminada tiene sus problemas en todos los países y más en el nuestro donde existen posibilidades de radicación -sin mayores trabas, dadas las necesidades de población que nos acucia frente a la vastedad del territorio argentino.

Con todo, los poderes públicos deben estar compenetrados y atentos sobre la calidad de inmigrantes que puedan arribar a nuestro suelo para compartir la actividad social y económica. Impone esta prevención el hecho nada provechoso ocurrido hace pocos años en que hemos acogido un respetable grupo de argelinos y poco después los refugiados laosianos que, con diversa idiosincracia no pudieron adaptarse a nuestro ser nacional, con todos los esfuerzos y facilidades que se les otorgó para radicarse.

El país hasta su completo desarrollo y estabilidad económica, ha de necesitar siempre el aporte de técnicas y profesiones calificadas, a las que se ha de prestar apoyo sin condiciones. Al no ser suficiente la contribución que puedan dar los altos centros de enseñanza, con todo su reconocido Prestigio, bueno es que recibamos el aporte de otros países. "Pero, no obstante, es oportuno reflexionar sobre la necesidad de estudiar a fondo los pro y los contra de ciertas corrientes inmigratorias que, por encima de incorporar brazos para la productividad pueden generar serios conflictos de índole social, genético, político y aún ideológico .

 Referido al movimiento migratorio de los últimos años  cabe advertir que fue reduciéndose paulatinamente el ingreso de elementos europeos al mismo tiempo que aumentó el arribo de individuos y familias de los países 1imítrofes hasta llegar a una tercera parte del total de extranjeros según el censo de 1980, que registraba 1.912.217 personas.

Debido al estado de crisis económica y de inestabilidad política con su secuela de delitos y violencias contra personas y bienes, que en un todo creó un clima de inseguridad y atraso se produjo una  incontrolable emigración de ciudadanos y familias en afanosa búsqueda de mejores condiciones en otros países. Así se ha dado el caso de numerosos descendientes los antiguos inmigrantes que invirtieron la azarosa marcha de sus antepasados. Se estima este éxodo en más de 2.500.000 personas lo que configura un notable déficit de la productividad y la carencia de excelentes técnicos e intelectuales tan útiles y necesarios para el desarrollo del país.

Para tener una idea de las proporciones de nuestra población y su distribución en el país, antes que se produzca la declinación inmigratoria producida en el quinquenio que coincidió con la primera guerra

y su correspondiente ubicación de nuestras provincias, nada mejor que referirnos a una estadística elaborada por el Ing. Alejandro Bunge en su obra "Problemas económicos del presente", basada en el censo de 1914, que da las siguientes cifras:

En Capital Federal, el 50,6% de los habitantes argentinos y el 49,4 % (italianos, 19,8 %; españoles, 19,4 %, rusos, 1,8 %; uruguayos, 1,8 %.

En provincia de Buenos Aires: argentinos 65,9 %; extranjeros, 34,1 % (italianos, 13,8 %; españoles 13,2 %).

En Santa Fe: argentinos, 64,9 %; extranjeros 35,1 % (italianos, 18,3 %; españoles, 9,4 %)

Entre Ríos: argentinos, 82,9 %; extranjeros, 17,1 % (uruguayos, 4,4%; rusos 4,2%; italianos, 3,8%) Corrientes: nativos, 92,9%; extranjeros, 7,l % (brasileros , 1,8 %; paraguayos 1,2%; uruguayos, 1,3 %). Córdoba, nativos, 79,6 % extranjeros, 20,4 (italianos, 3,3 %).

Santiago del Estero: nativos, 96,4; extranjeros, 3,6%.

Tucumán: nativos, 91,1 %; extranjeros, 8,9 % (españoles 4,7%; norteamericanos, 2,4 %).

Mendoza: nativos, 68,2 %; extranjeros, 31,8 % (españoles, l5%; italianos, 10,3%).

San Juan: nativos, 86,2 %; extranjeros 13,8% (españoles, 9%; italianos, 1,75 %; chilenos, 1,2%).

La Rioja, argentinos 98%; extranjeros, 2%.

Catamarca: nativos, 97,7 %; extranjeros, 2,3 %.

Salta: argentinos, 91,36%; extranjeros, 8,4% (bolivianos, 2,8%; españoles, 2,9%)

Jujuy: nativos, 77,7%; extranjeros, 8,4% (bolivianos, 16,6; españoles, 2,5 %).

Como puede notarse, en este cuadro no se ha tomado en cuenta los territorios nacionales, cuya población extranjera era ínfima en esa fecha (1914) con excepción de Chaco, Formosa y Chubut que recibieron corrientes inmigratorias tiempos atrás. La población total del país era de 7.800.000 habitantes.

Para dar un resumen referido a este tema, hemos considerado el texto de un reconocido autor en la materia, que se ha expresado de manera: La Constitución Nacional y las leyes generales que nos rigen,

Han amparado a los inmigrantes con ventajas que les han dejado por entero libertad de acción para hacer, crear y fundar toda clase de obras, para beneficio propio e inmediato y para beneficio reflejado en toda la

Nacional. La protección especial que les acuerda la generosa ley de inmigración vigente, ha sido eficaz auxiliar en el momento de su arribo y establecimiento, guiándolos y ahorrándoles los primeros gastos de dinero que son onerosos al principio de una nueva era de la vida en país extraño".

"La gente que ha venido a establecerse con nosotros y a fundirse en nuestra alma nacional ha merecido la protección de nuestra patria. Ella ha contribuido y está contribuyendo al propósito del pueblo argentino, de una nueva y gran nación, promesa hecha solemnemente al mundo. Unidos con ella afianzaremos la justicia, la paz, el bienestar general y los beneficios de la libertad para todos los hombres”. (JUAN A. ALSINA)

 

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