LA VIDA ERA UN JUEGO INOCENTE.

 

 

 
 

LA VIDA ERA UN JUEGO INOCENTE.

 

Continuando con mi relato de los juegos de la niñez, quiero invitarlos a pasar por el túnel del tiempo, así nos ubicamos en los fines de 1950 y principios de la década del 60.
Los que pasaron el medio siglo, ¿recuerdan a la serie televisiva “EL TÚNEL DEL TIEMPO”?
Bien, gracias a la tecnología de internet, puedo rescatar algunos detalles.

EL TÚNEL DEL TIEMPO

EL TUNEL DEL TIEMPO - SERIE TELEVISIVA


La serie más costosa de la temporada 1966 en la TV norteamericana fue THE TIME TUNNEL, una producción de Irwin Allen, se emitió por vez primera el 6 de septiembre de 1966 a través de la cadena ABC. Su argumento tenía al Dr. Tony Newman (James Darren) y al Dr. Douglas Phillips (Robert Colbert), dos científicos que trabajan para el Túnel del Tiempo, un proyecto secreto del gobierno en un laboratorio subterráneo en Arizona. Pero por un error se ven atrapados en el Túnel errando a través de distintos momentos de la Historia Universal. Del otro lado, en la sala de mandos, permanentemente están asignados el General Heywood Kirk (Whit Bissell), el Dr. Raymond Swaim (John Zarembra) y la Dra. Ann McGregor (Lee Meriwether).

James Darren .... Dr. Tony Newman
Robert Colbert .... Dr. Doug Phillips
Lee Meriwether .... Dra. Ann MacGregor
Whit Bissel .... General Heywood Kirk
John Zaremba .... Dr. Raymond Swain

 

NOSTALGICA IMAGEN DE LA SERIE DE TV EL TUNEL DEL TIEMPO

La serie era en blanco y negro y alcanzó un éxito muy importante en nuestro país.
En Argentina había solamente cuatro canales de televisión, todos de Buenos Aires, y que transmitían por aire (antenas). Por circunstancias que contaré más adelante, estaba por una zona cercana a la gran ciudad, en la época que se emitía esta serie.

Si me disculpan esta divagación, y ya con el beneplácito de ustedes, para situarse en la época indicada, y siguiendo el testimonio de mi anterior artículo, Juego de Niños, quiero contarles que efectivamente, aparte de estudiar, hacer los mandados, practicábamos muchos juegos. Preferíamos los de equipo, y que se podían realizar al aire libre, pero había otros, no menos interesantes, que se jugaban con los hermanos, los amigos del grupo de vecinos, o en los recreos de la escuela.

Uno de ellos era el juego de las figuritas. Tenía doble entretenimiento; el primero era completar el álbum que se promocionaba, comprando los sobrecitos que traían cuatro o cinco figuritas, y a veces un vale para canjearlo por un premio, o por más sobres de las figuras. Por lo general se trataban de colecciones de figuras de jugadores de fútbol, de los equipos que militaban por esa época en la primera división del fútbol argentino. Podían ser dibujos o fotos. Estaban las figuras repetidas, que venían en casi todos los sobres; las difíciles, que aparecían de tanto en tanto, y eran objeto de canje por unas cuantas de las fáciles, para el afortunado propietario de dos de ellas; finalmente la más difícil, que raramente aparecía.

Dependía del bolsillo de cada uno de nosotros, la adquisición del álbum, que por un período de tres a cuatro meses, mantendría ocupados a los coleccionistas en conseguir las figuras para completarlo, y así canjearlo por el premio ofrecido, que por lo general consistía en una pelota de fútbol. Y también de ese presupuesto dependía la frecuencia con la que podíamos acercarnos al quiosco para comprar los sobrecitos, y abrirlos con tremenda expectativa, y un ánimo de mucha curiosidad, que se transformaba en frustración, cuando las figuritas compradas eran repetidas o ya las teníamos en nuestro álbum, y de inmensa alegría cuando ligábamos alguna de las difíciles, o algún bono extra.

Pero había otra forma de acopiar las figuritas; en efecto, aparte de comprarlas, las canjeábamos con los compañeros y amigos, eligiendo cada cual la que le faltaba, siento el trueque de una por una en la mayoría de los casos, salvo cuando alguien disponía de alguna difícil, que entonces las trocaba por tres, cinco o diez de las otras. Y otra de las formas de llenarse los bolsillos de figuritas, o perderlas todas, era justamente dedicarse al juego, que consistía en una tapadita.

Los dos o más jugadores, marcaban un punto en una pared vertical preferentemente lisa, donde se apoyaba la figurita (generalmente las colecciones de la época venían en forma circular con cuatro a cinco centímetros de diámetro), y se la soltaba para que caiga al suelo. El adversario hacía la misma maniobra. Previamente se concertaba si el juego era a tapar una, dos, tres o más. Cuando en su turno, la figurita de uno de los jugadores, terminaba su caída, deteniéndose apoyada en una de las que estaban en el suelo, se terminaba la mano, y levantaba para guardárselas como su botín, todas las figuritas que habían sido arrojadas. En este caso, el reglamente preestablecido era a tapar una. El juego se dificultaba cuando por ejemplo se decidía, que el ganador sería quien tapase tres o cuatro; interminables discusiones y mediciones, porque las figuritas encimadas, a veces estaban tapadas en forma milimétrica por la última en caer. Claro que con estas reglas más dificultosas, el trofeo se hacía más copioso.

El juego terminaba por decisión de uno de los jugadores, cuando veían flaquear en demasía su capital de figuritas, o se resolvía abandonar el juego con mutuo consentimiento, aunque a veces era el timbre que llamaba a las aulas el que interrumpía abruptamente el juego, cuando este se realizaba en el patio escolar. Y no era raro que los pillos que miraban en ronda el juego, se abalancen para arrebatar las figuritas en juego, provocándose algunos disturbios, que en el peor de los casos terminaban con la siguiente frase del damnificado: “te voy a agarrar a la salida”, que significaba una promesa de piñas, cuando terminara el horario de clases.

HOMERO ALCIBÍADES RACETO