SESENTA VECES SESENTA

 

raulcelsoar 03/10/2008 @ 18:32
 

SESENTA VECES SESENTA

 

No, no se trata de un error en el título. No es lo mismo que Setenta veces Siete. “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mt18, 22). Esto tenía que ver con un llamado al perdón, la reconciliación y la caridad. En el contexto semita el número siete era el símbolo de la plenitud. En el conjunto de los números naturales, el número siete es un número primo. Un siete era también la rotura de nuestro pantalón o camisa, provocada por el descuido al cruzar un alambrado de púas. El número seis corresponde a Adán, al hombre. Gn 1:27-31 “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto.” En esta simbología, 666 es el número de la bestia. Ap13:18 “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.”. En el terreno de los juegos de azar, y relacionado con los sueños y la quiniela el número sesenta es la Virgen. También puede ser la Monja, si se refiere a oficios o estados de la persona.

 

En realidad yo me estoy refiriendo al año 1960. Fue un año bisiesto, con 366 días, que transcurrieron uno a uno, pese a los tremendos pronósticos de algunos avivados y otros desorientados. En efecto, en mi pueblo, se hablaba del inminente “fin del mundo” para ese año, o en el mejor de los casos, en la ocurrencia de “tres días de tinieblas”, para lo que se aconsejaba proveerse de víveres, y tener suficiente abastecimiento de velas u otro elemento de iluminación, aunque según algunos, de poco servirían, ya que en esos días las tinieblas serían totales, absolutas, y el fuego se negaría a encenderse, los candiles y lámparas a alumbrar. Tinieblas absolutas, sí, pero en la mente de estos profetas.

 

Hacía un año que había triunfado la revolución cubana, con Fidel Castro a la cabeza, mientras que el “Che” Guevara, con apariencia salvaje, romántica y revolucionaria, se convierte en la mano derecha de Castro, y es el embajador de la exportación de la revolución a los demás países de América. Estados Unidos iniciaría en ese año el embargo comercial a Cuba.

 

El comunismo era una mala palabra en argentina. Al menos en mi pueblo, de arraigo profundamente cristiano y católico (más allá de las hipocresías), no se señalaba tanto el sistema económico que condenaba al capitalismo, sino la conducta atea y anticlerical de los revolucionarios.

 

Estaba en la presidencia el Dr. Arturo Frondizi, que declaró proscrito al Partido Justicialista, (que por supuesto nada tenía que ver con el marxismo), en un intento de tranquilizar a los militares. Tenía como ministro de hacienda a Alvaro Alzogaray, con quien “había que pasar el invierno”. En la provincia de Santa Fe, gobernaba el Dr. Sylvestre Begnis y en mi pueblo asumía como presidente comunal Don Máximo Vicentín.

 

John Fitzgerald Kennedy es elegido como el trigésimo quinto presidente del imperio del norte, aunque gobernaría desde el año 1961 hasta 1963, cuando fue asesinado.


Año también en que fue secuestrado en nuestro país Adolf Eichman, a cuyo cargo había estado la logística del transporte del holocausto Nazi.

 

Moría William Clark Gable y nacía Antonio Banderas. Otro desconocido que nacía era un tal Diego Armando Maradona. Se estrenaban las películas Psicosis de Alfred Hitchcock y La dolce vita de Federico Fellini. Se formaba en Liverpool el grupo de rock más popular de la historia, que tendría una corta vida de diez años: The Beatles.

 

El Club de los diablos rojos de Avellaneda, Buenos Aires, Independiente, lograba el campeonato de la primera división del fútbol argentino; Acevedo, Maldonado y Navarro son algunos de los nombres destacados del plantel.

 

Aunque yo por entonces no me había percatado de eso, había sido lanzada al mercado la primera píldora anticonceptiva.

 

ERNESTO "CHE" GUEVARA

ERNESTO CHE GUEVARA


 


 

En 1960, de acuerdo a la legislación civil y eclesiástica, comenzaba yo a tener “uso de razón”. Esto significaba que mi conciencia podía discernir entre el bien y el mal, que podía entender algunos conceptos básicos, y que podía elegir dentro de una limitada libertad. Por lo tanto comencé a concurrir a la escuela primaria, y fue el año en el cual tomé mi primera comunión, previa confesión desde luego. Confesión que por mandato materno, se repetía luego cada sábado, para poder comulgar en perfecto estado de gracia, en la misa del domingo. Esta confesión se hacía en esos antiguos confesonarios, que consistían en un compartimiento de madera, perfectamente trabajada, labrada y pulida, con figuras bíblicas y otros símbolos; una puerta en el frente, y dos ventanillas a los costados con algún elemento que dificultaba la visión entre el cura y el penitente. A los niños, por lo general, nos hacían arrodillar frente al cura, que estaba sentado en el banco del confesionario, en el cual permanecía entonces la puerta abierta; detrás de quien le tocaba el turno, estaba toda la fila de los otros chicos que esperaban el suyo, y dependiendo del ánimo o sordera del cura, escuchaban todo el culebrón.

 

El rito consistía en una preparación previa en casa, donde se leía el cuestionario del examen de conciencia, impreso en el librito de tapas nacaradas, que nos habían regalado el día de la primera comunión. El resultado del examen era siempre el mismo, así que el recitado de la confesión era más o menos el siguiente:

“Hace siete días de mi última confesión.” Luego de este introito se comenzaba con la descripción de los pecados: desobedecí a mis padres (no estaba seguro de haberlos desobedecido, pero por las dudas se confesaba esta acción); tuve peleas con mis hermanos o con mis compañeros (por lo general las peleas no pasaban de alguna discusión o entredicho en medio de algún juego); dije mentiras, me quedé con algún vuelto, podía ser una variante común; dije “malas palabras” era una confesión infaltable, más halla de que uno usara un lenguaje correcto; y luego usaba el eufemismo “tuve pensamientos y deseos impuros o deshonestos”, que una vez confesado, podían venir de parte del cura, una serie de inquisiciones y de pedido de detalles; finalmente, para quedar completamente tranquilo de cumplir con una confesión buena, decía: no recuerdo otro pecado, padre. Según quien era el sacerdote, venía luego algún consejo, alguna reprimenda y la imposición de la penitencia, seguida inmediatamente de la absolución.
Me iba entonces a los bancos vacíos del templo, para cumplir con la penitencia, que dependía también del cura que me había tocado en suerte; consistía en los casos más leves en el rezo de un Padrenuestro, Ave María y Gloria, hasta la repetición de cinco o diez veces estas oraciones, obedeciendo a la “gravedad” de las faltas confesadas, o al humor del sacerdote.

 

CONFESIONARIO

CONFESIONARIO


 


 

De las cuestiones que relataba en la primera parte, me enteraba gracias a que en nuestra casa, había una maravilla de aparato: la radio. Edison y Marconi tuvieron que ver con este invento, orientados por investigaciones de Hertz; consistía en una gran caja de madera, con un frente de formas trabajadas artísticamente, y con un panel donde por lo menos había cuatro perillas, de gran tamaño. Una era para el encendido, la otra para el volumen y la modulación del tono, luego la que movía el condensador del circuito sintonizador, para elegir las diferentes emisoras, y por último una que permitía, cambiar el rango de frecuencias, para escuchar en Onda Media o Amplitud Modulada (Onda larga se le decía por entonces) o cambiar a las altas frecuencias que permitían escuchar transmisiones de “Onda Corta”, con la que se podían captar emisoras de distintas partes del mundo. La frecuencia modulada no existía por entonces, pero había aparatos de radio tan bien construidos, de los que se obtenía un sonido excelente; eso siempre y cuando las condiciones atmosféricas lo permitieran, porque bastaba cierta actividad eléctrica en la atmósfera, para que las “descargas” tapen casi totalmente el sonido de las palabras o música a escuchar.

 

Las primeras transmisiones en Argentina, habían comenzado en el año 1920. En la época de la que les estoy contando, el aparato que había en mi casa, funcionaba a “válvulas”. Estas eran unas ampollas de vidrio, similares a lamparitas de iluminación, con un filamento que calentaba produciendo emisión de electrones, y que cumplían distintas funciones (preamplificación, amplificación, detección de frecuencia) a través de sus varias terminales insertadas en zócalos, sobre un chasis de zinc, y de allí conectadas al resto de la circuitería. El aparato se alimentaba con una batería, similar a las usadas hoy día por los automóviles, aunque de dimensiones más generosas, revestidas de caucho, y con pesadas placas de plomo en su interior, que debían recargarse periódicamente, siendo en Avellaneda el más recordado taller de carga de baterías, el del colorado Peyró y el otro correspondía al dueño del servicio técnico de estos aparatos, de apellido Pagura.

 

Era común que la gente se juntara en alguna casa, para compartir los informativos, ya que todos no poseían el preciado aparato; en mi casa solían venir algunos vecinos o tíos, especialmente cuando se trataba de escuchar discursos del presidente u otros eventos de importancia para sus intereses generales.

 

APARATO DE RADIO

APARATO DE RADIO

 

 

    HOMERO ALCIBIADES RACETO