Campo, Estanislao Del

 

 

Campo, Estanislao Del


(Anastasio El Pollo) 


(Argentino, 1834-1880)

 

 

 

Escritor, luchó por Buenos Aires contra la Confederación Argentina.


Cultivó la poesía gauchesca con el seudónimo de Anastasio el Pollo, lo que equivalía a reconocer su deuda con Hilario Ascasubi (Aniceto el Gallo).


Fue sucesivamente funcionario de aduanas, diputado y secretario de la Cámara y oficial mayor del Ministerio de Gobierno de la provincia de Buenos Aires.


En 1870 publica sus Poesías, cuarenta y siete composiciones que acogen diversos registros, desde la queja romántica y la escenografía correspondiente, hasta el tono popular de la sección "Acentos de mi guitarra", que le habría de llevar a la fama. 


Si bien Del Campo era un aristócrata, su simpatía por el gaucho hace de él una de las cumbres del género, a pesar de las incorrecciones derivadas de un verdadero desconocimiento de este tipo de pampero. 


Su poema Fausto (1866) es su obra más importante. En él se narra el efecto producido por la ópera de Gounod del mismo título en un gaucho que cuenta a un amigo su experiencia, la cual consiste en creer que el espectáculo es un suceso real.

 

 

 

Estanislao del Campo

 

Con el pseudónimo de Anastasio el Pollo entró Estanislao del Campo en el mundo de las letras. Su poema gaucho-burlesco Fausto alcanzó casi de inmediato una enorme popularidad, popularidad que ha persistido y aumentado si cabe hasta nuestros días. Su aparición fué entusiasmante saludada por la crítica, y lo que nunca había ocurrido antes en nuestro medio, suscitó una larga polémica entre dos jóvenes talentos que habían de afirmarse más tarde, Pedro Goyena y Eduardo Wilde. La polémica interesante y animadísima derivó hacia conceptos generales de la poesía, pero contribuyó indudablemente a tener a Del Campo y su libro sobre el tapete de la actualidad. Escribió también otras muchas composiciones de diferentes estilos, sin embargo es en la cuerda gauchesca donde da las mejores notas. De humor festivo, tiene una pluma llena de colorido para verter su fácil filosofía campera y fresca imaginación.

 

Es curioso advertir que, no obstante el género escogido, era más bien un hombre de ciudad. Nació en la capital el 7 de febrero de 1834, hijo de padre porteño, don Estanislao del Campo, y madre tucumana, doña Gregoria Luna. Se educó aquí mismo en la Academia Porteña Federal empleándose luego como dependiente de tienda según era costumbre entre los jóvenes de buena familia de esos tiempos. Muy porteño lo vemos en 1852 tomar parte en la defensa de la ciudad cuando el general Lagos le puso sitio. Concluido éste entró a prestar servicio en la aduana. Más tarde fué secretario de la cámara de diputados cuando ya militaba abiertamente en las filas alsinistas, alternando la carrera administrativa con las más animadas acciones de Cepeda y pavón donde se batió con entusiasmo. Llegó así a capitán en 1861. En 1874 es ascendido a teniente coronel saliendo a campaña con motivo de la revolución de ese año. Luego tuvo una corta actuación como diputado nacional y terminando su mandato fué nombrado oficial mayor del Ministerio de Gobierno de la Provincia. Se desempeña en todos estos cargos con escrupulosidad y competencia y toma asimismo parte activa en las luchas políticas, pero sin abandonar la poesía que es sin duda su vocación más íntima.

 

Murió joven aún el 6 de noviembre de 1880 y los mejores poetas de la época, José Hernández y Guido y Spano, pronunciaron conmovedoras oraciones en su tumba. Mereció también fuera del aplauso popular y de la crítica del país, grandes elogios de un crítico español tan severo como Menéndez y Pelayo.

 

 

-Poemas-

(Nació en Buenos Aires el 7 de febrero de 1834; murió el 6 de noviembre de 1880)

 

TU Y YO

"Por ti fué mi dulce suspiro primero

Por ti mi secreto, constante anhelar". C. Gómez de Avellaneda.

 

El alma del que sufre es noche triste:

Toldada está por el pesar sombrío,

Y las amargas lágrimas que vierte

Son, Lucila, sus gotas de rocío

 

Halla quien nace bajo estrella amiga,

Florida primavera en su existencia,

Y hasta el cielo, propicio, le sonríe

Del eter tras la clara transparencia.

 

Tú de mi amante corazón conoces

El secreto, Lucila, doloroso:

Aunque sólo de lejos, has oído

Su gemido profundo y angustioso.

 

Tú no sufriste ni lloraste nunca:

Tu vida, solo ha sido una alborada

Teñida, cual las plumas de un flamenco,

Por una luz dulcísima y rosada.

 

El fuego del amor que por tí siento,

Voraz, inextinguible, ya ha tornado

En cenizas las flores de mi alma.

¡La lava del volcán invadió el prado!

 

Tus amores de niña sólo fueron

Blandos gorjeos de canoras aves,

Brisas del sentimiento, juguetonas,

de las flores del alma, aromas suaves.

 

Tú, en el romance de la vida mía,

De mi existencia en la novela triste,

Hasta hoy llenaste el doloroso cuadro,

Hasta hoy, Lucila, la heroína fuiste.

 

Yo pasé por el cielo de tu vida

Como una nube que arrebata el viento,

Sin dejar un recuerdo en tu memoria,

Sin despertar en tu alma un sentimiento.

 

Tú eres el agua que me roza el labio,

La fruta que el sentido me enajena,

Y un Tántalo yo soy que en vano agito

Los anillos de mi áspera cadena.

 

Yo soy, Lucila, a tus divinos ojos,

Estrellas de brillantes resplandores,

Más bien que tu amador, un jardinero

De quien recibes con desdén las flores.

 

Tú eres la inconmovible y desdeñosa,

Aunque gentil y bella castellana;

Yo, el trovador que canta al pie del muro

Sin que se abra a su acento tu ventana.

 

Tu eres el astro que en el cielo gira

Derramando su lumbre refulgente:

Yo, el satélite humilde, condenado

A seguir ese giro eternamente.

 

Tu eres la llama que la brisa leve

Hace ondular, apenas, cariñosa;

Yo, la víctima triste de ese fuego,

la pobre, enamorada mariposa.

 

Tú, las aguas tranquila de tu vida

Survarás dando el lino al blando viento,

Como el céfiro corre entre las flores,

Como cruza la luna el firmamento.

 

Yo, el desierto, Lucila, de la mía

Recorreré infelice peregrino,

Mojando con el llanto de mis ojos

Las espinas y piedras del camino.

 

Yo, en ese largo, fatigoso viaje,

En mi alma llevaré tu imagen bella.

Tú... ¡ni tan solo pedirás al cielo

Un rayo de luz para mi huella!

 

 

¡ADIOS!

(A Lucila, antes de ir a un duelo)

 

De pesar una lágrima sentida

No brote, no, de tus hermosos ojos:

¿Por qué llorar mi muerte si mi vida

Era un erial de espinas y de abrojos?

 

No puede ser mi luz el dulce brillo

Que derrama en efluvios tu pupila,

Y es mi infierno el que irradia del anillo

Que otro en tu mano colocó, Lucila.

 

¿Qué iba a hallar este pobre pelegrino

A un desierto sin término lanzado?

¡Adelfas y cicuta en su camino?

¡Oh, no las hay en el sepulcro helado!

 

En el mar proceloso de la vida

El amoe es el puerto de bonanza;

¿Y a dónde guiar mi nave combatida

Si mi amor es amor sin esperanza?

 

¡Venga el rayo de plomo, que hoy por suerte

Sobre mi frente, amenazante oscila;

Y en la mansión oscura de la muerte

La paz recobre el corazón, Lucila!

 

 

CANTARES

 

Cuando yo tomo la pluma

Y saco a luz mi cuaderno,

Hagan de cuenta que agarro

Mi guitarra por el cuello

 

Para ver si soy poeta

Fíjate, niña, tan solo

En que lloro cuando canto

Y que canto cuando lloro.

 

Yo mojo en llanto mi pluma;

¡Sarcasmo de hado funesto

Que siendo mi alma tan blanca

Me ha de servir de tintero!

 

En tu casa me aborrecen

Sin más que porque te quiero:

Es decir que si te odiara

Me querrían con extremo.

 

Dicen que soy horroroso:

Por la lisonja, mil gracias:

Mirá tu mi corazón

Y prescinde de mi cara

 

La cicatrices del rostro

Poco me importan, o nada;

las que me importan, y mucho,

Son las que tengo en el alma.

 

Se me figuran que son

Tus lindos ojos, morena,

Dos legunas de azabache

En que la luna rïela.

 

¿Qué tienen, niña, tus labios,

Que cada vez que los miro

Siento, con sorpresa grande,

Que se me estiran los míos?

 

Mira: ---si fuera pastor

Y si tú, pastora fueras.

Me parece que andarían

Mezcladas nuestras ovejas.

 

Cuando te veo cavilo

En el contraste tremendo

Que hace tu vestido blanco

Con tu corazón tan negro.

 

Es tu ventana un altar,

Una deidad tu persona,

MI amor un ardiente culto,

--- ¿Podré contar con La Gloria?

 

Me enviaste un día una cruz

Y desde entonces me digo: ---

¿Significa esto Fe

O querrá decir Martirio?

 

Ella vino en un pañuelo

De Cambray de hilo bordado;

¡Ay, Lucila! ¡Cuántas veces

Enjuagué con el mi llanto!

 

LITERATURA