JORGE CRACOGNA

 

COLONIA PRESIDENTE AVELLANEDA
República Argentina - Prov. de Santa Fé
Departamento General Obligado

MEMORIA

— DE LA —
Fundación de esta Colonia
conservada por el colono JORGE
CRACOGNA - uno de sus fundadores - en la ocasión de los
Cincuenta años de su Fundación

 

CORDOBA
Escuela Tipográfica del "Colegio Pio X"
1928

 

En el Fausto advenimiento de que esta colonia celebra el 50mo. año de su fundación, la autoridad local me encargó redacte los datos históricos más conocidos del primer año de su existencia, para publicarlos en esta fecha memorable para toda esta laboriosa y progresista población, y conservarlos en este archivo comunal.

Mientras presidía esta noble República el Doctor D. Nicolás Avellaneda (1878), se notó en Europa el desarrollo de la inmigración a este pais. El providencial Presidente comprendió que poblar es gobernar, abrió las puertas de la tierra dando entrada libre a todos los hombres de buena voluntad, de todas las naciones de la tierra que puedan concurrir con su familia a disfrutar de los beneficios, y bienestar que brinda el suelo argentino al hombre honrado y trabajador: ofreciendo terreno gratuito, protección, asistencia, anticipos, libertad de acción, defensa de derechos, igualdad ante las leyes vigentes como los naturales del pais.

Según consta en mis memorias, el decreto gobernativo para poblar con inmigrantes extrangeros estas tierras salió los primeros días del mes de Octubre 1876 (n.d.tr. - nella edizione compare erroneamente 1878) , en seguida el Sup. Gobierno nombró agentes de inmigración en Italia y Austria; esta última aceptó propuestas y condiciones, dando plena libertad a su pueblo de poder aprovechar la ocasión ofrecida por la Patria Argentina, que prometía también anticipar el costo del viaje de mar y tierra en esta hasta el punto de arribo en las colonias a fundar; para personas y bagajes, y con libre entrada en el puerto de Buenos Aires; ademas se obligaba por un año a mantener las familias pasándoles ración de viveres como al ejército; y proveyéndolas de una yunta de bueyes, una vaca, un caballo, y enseres necesarios a la agricultura; y al edificio para habitación.

Las circulares argentinas de propaganda tenian pase libre en Austria, no así en Italia, donde parecía vedada la circulación. El bajo Friuli como el Trentino (baja Austria) estaban en movimiento, y se hablaba fuerte sobre la Argentina que pedía brazos, y ofrecía facilidades para emigrar a ella: Italia hacía silencio lo más que podía, y ninguna circular se podía ver. Alcancé, no sé yo como, a tener la dirección de un agente de Génova, Angelo Causa, le escribí; y me remitió datos y circulares, que Italia debía publicarlos, y no lo hacía.

Italia con su proceder hostil contra la emigración de sus fuerzas, no aceptó el ofrecimiento argentino del anticipo del viaje del mar, para dificultar la salida de los súbditos productores, así que los italianos debian de pagarlo como otro cualquier viajero.

Pasado un tiempo, los interesados en emigrar deseaban aclarar la incógnita situación, y resolvieron mandarme a Génova, allí me vi con Angel Causa sin darme a conocer, y casi frente a esa casa vi un tablero que decía: Officina generale d’emmigrazione: allí entré, conversé con el agente general señor Laurent (n. d. tr. Nella edizione compare erroneamente Loran) me dió instrucciones, informes, circulares, y un mapa de la República Argentina, reconociéndome como agente ad hoc lo que tuve que efectuar clandestinamente (n.d.tr. Della questione degli agenti clandestini si è occupato P. Brunello nel convegno nazionale di studi storici "Società ed emigrazione nel Veneto contemporaneo", tenutasi a Treviso  in ottobre 1981.) hasta que pude hacerlo.

Un día de Domingo — por suerte — vi en el tablero municipal una circular igual a las que yo tenía, que quedó a la vista por un par de horas —debían de verse obligados a publicarla — por esto yo me sentí algo aliviado en mi compromiso.

Mi correspondencia con el agente general de Génova seguía en forma, pero no podía permanecer oculta a los ojos atentos de la policía. Un buen día me veo en casa sorprendido por dos carabineros, que me ordenaron me presentase el día siguiente en la oficina propia con toda mi correspondencia de Génova — Será servido señor.

Me presenté con la circular que la comuna publicó; el oficial del puerto me recibió, cerró la puerta con llave y se la guardó en el bolsillo, se acomodó su sillón; y me preguntó muy serio si no tenía otra cosa que presentarle a demás de la circular; "Vd. debe tener cartas, me dijo. Costesté; que las cartas que escribo por los intereresado, la respuesta la reciben ellos mismos.

La entrevista duró más de una hora: me mostró diarios que decían mal de la Argentina y Brasil, cartas particulares idem; me aconsejó, me amenazó, al fin me dijo: vosotros pobre gente os dejáis engañar por esos picaros ladrones de agentes de Génova, que os mandan a los desiertos americanos a luchar con trigres, leones, y serpientes ... y me miraba amezante. — Hubo un rato de silencio. — A proposito, señor, dije: si son ladrones picaros esos agentes de Génova ¿Porqué el gobierno los deja libres? ... con ponerme preso a mi nada consigue — él me miraba fijo — apenas me largan, yo me voy a América. El sacó la llave del bolsillo abrió la puerta, y me despidió con un "por ahora váyase Vd." — Mis respetos señor.

Consigno aquí esta promisa para dar una idea de como las cosas han cambiado desde ese tiempo al día de hoy, en que no basta que la emigración sea libre en Italia, sino también es protegida, dirigida, y elegidos entre el pueblo los mejores elementos; a fin de que los canallas rio vayan por el mundo a deshonrar a la patria, y a su gobierno. ¡Muy bien! Con esta providencia del Duce italiano, puede estar de parabienes también nuestra querida Argentina.

El último día del año 1878 ( n.d. M.J.C. Il 28.12) : ya había llegado a Buenos Aires el transporte de colonos procedentes de Austria, bajo Friuli y Trentino: y a mediados, no pude saber el día preciso (n.d. M.J.C. - il 18.1) de Enero del 79 llegó a ésta; según me refirió el finado (n.d.t. - E' possibile il confronto con gli elenchi ritenuti ufficiali  in "Las primeras familias que llegarin Avellaneda") Antonio Stechina, fué el primero en poner el pié sobre estas tierras. Juntos en ese transporte venían Zamar, Ciuliani, Gobbi, Menapace, Bacea, Petroli, Capelletti, Berlanda, Liberale, Fachini, Moschen, (2) Brandulin, Buseghin, Marcon (2) Visintin Gregoret, Cechin, Facioli (viuda) Magnago, Ross, Nardin, Pereson (2) Vechiet Ponticelli, Gasparetti y algún otro; estos todos, padres de familia con derecho a recibir cien hectáreas de terreno gratuito.

Estos colonos con sus familias, fueron alojados en una especie de fortín, donde ya se hallaba establecida la administración nacional de la colonia, pues este terreno era territorio, que el arroyo Rey, señalaba el limite de la Provincia de Santa Fé.

En ese fortín, le diremos civil — se hallaban varios ranchos bien construidos, por un cierto señor Vatri, italiano, que en años anteriores estableció allí un obraje con aserradero, y que a los pocos años tuvo que abandonar, algunos dicen, a causa de un indiano: y otros por el poco resultado que daba.

El fortín se hallaba en el intermedio donde hay la fábrica de aceite y la casa de Gasparetti.

Un segundo transporte llegó en Febrero, con los padres de familia, Bevilacqua, Agustini, otro Giulian, (2) Libera, (2) Sturon, Bresan, Catarossi, Stenicoi Brollo, y otros. Fueron alojados al fortín.

En Marzo llegaron; Braida, Zupel, Peresul, Cian, Brah, (2) Bosan, Venica (3) Pasarino, Zof, etc. al fortín.

El día 8 de Abril llegaron: El que esto escribe (n.d.tr. Nell'elenco citato, effettivamente Jorge Cracogna risulta arrivato quel giorno), con Gori (3) (n.d.M.J.C. - Goi) Bianchi, (2) Serafini, Pividori, Cargnelutti, Brollo (4) Zilli, Stangoferro, Suerz, Tofoli, Perini, Bregant, Clementini, Precor, Paduan, Paulin, (2) y otros. Estos tuvieron que alojarlos en Reconquista, en un viejo fortín militar.

Para dar una idea sobre los viajes de mar, y del adelanto en pocos años sobre el particular describiré en suscinto lo que hicimos nosotros con el Vapor "Isabel" que empleó 45 días, y el Pampa con el primer transporte empleó 48 días.

La desesperación a bordo del "Isabel" el primer día de nuestra salida de Génova, no es como para describir con mi pluma el mar embravecido, nos sacudía horriblemente, hasta que tuvo que dar vuelta, y volver cerca del puerto a pasar la noche; tardamos nueve días para llegar a Gibraltar; después seguimos medio regular, y el día 2 de Abril atracamos al puerto de Buenos Aires.

El vapor "Umberto 1°." salió después de nosotros, y llegó antes de nosotros a destino, repleto de inmigrantes también.

El Hotel de inmigrantes estaba lleno. En la Plaza San Martin a la tarde del mismo día de nuestra llegada, el señor inspector de colonias Pablo Stampa me avisó que el señor Comisario general me llamaba. Me presenté, y me dijo: "Vd. ha traido consigo varias familias y dos cónsules argentinos de Italia me han remitido cartas de recomendación para Vd. presentandomelo como esplorador de nuestras tierras. Lo que Vd. puede hacer es a costas y gastos del gobierno nacional; pero yo le doy un buen consejo; vaya Vd. a la colonia Ausonia, ahí tiene su empleo así haria un buen servicio al gobierno que se halla muy escaso de fondos para costearle una gira en la República„

"Otro consejo le doy, y es, que Vd se desprenda de compromisos con su gente, digales que prometió de acompañarlos a America — como me abservó Vd. y que en América están, y que de hoy en adelante están libres de ir donde le parece„

Acepté ambos consejos; me entregó unas cuantas circulares en favor de la colonización del Chaco y de la fertilidad de su suelo, para que los repartiera a los colonos, y me despidió.

En el Hotel subi sobre un cajón, llamé los mios, y vinieron todos y les dijé: os he prometido de acompañaros a América aquí estamos: de hoy en adelante, estamos libres todos, yo voy a la colonia Ausonia porque allá me conviene ir, y vosotros adonde mejor os parese: Aquí tengo circulares que me entregó el Señor Comisario general para repartirlas entre vosotros. Varios mezos las distribuyeron al publico y resolvieron ir todos al Chaco; lo que no fue posible.

Días después de llegados salimos en dirección a esta en el Vaporcito "Paraná", unas 200 personas, hasta Goya donde bajamos y acampamos para el rancho — el tradicional puchero — Al acabar nos sorprendio la presencia de un fraile, el Padre Bernardo Trippini, todos lo rodeamos le besamos la mano confundiéndolo con nuestras preguntas.

Este buen Padre — capellan de la frontera — nos animó, nos aconsejó, nos dió instrucciones acerca de nuestra nueva vida; nos aseguró de la protección del Sup. Gobierno, recomendandonos de ser buenos, firmes en nuestra fé en Dios, en el Gobierno, y en nuestras mismas fuerzas, asegurándonos como resulta de eso, nuestro bienestar.

El mismo día salimos de Goya en una chata atada detras de un vaporcito; había una gran creciente y por esto el puerto de Reconquista se hallaba bajo agua. En canoas nos llevaron a través del bajo, pero llegó la noche y una parte de nosotros tuvimos que pasarla con hambres y mosquitos en el vaporcito, por no haber podido alcanzar a pasarnos todos.

A la mañana siguiente nos unimos a los demás que estaban acampados en el seco donde tuvimos que pasar el día y otra noche la mayor parte, por falta de carros de trasporte. ¡Noche terrible fué aquella! Al bajar del Sol de repente se armó una espantosa tormenta: (sistema de tormenta que no se ven mas) todos como pudieron abrienron los cajones y sacaron sabanas armaron carpas a lo meno para mujeres, niños y viejos; los hombres como podian tenian que cuidar que el viento no se lleve todo consigo; y la lluvia no paró del todo hasta las horas tres de la mañana. El que esto escribe tuvo que pasar la noche en pié o acurrucado o apoyado a un tronco de Nandubais — que entonces no sabia que tal era — Suerte que el terreno era pendiente y el agua se iba.

Acayada tormenta, sacaron de los cajones hachas gríngas, se corto leña, se encendieron varios fuegos, y nos secamos los vestidos, y calentamos nuestros huesos.

Después de pasadas dos noche semejantes; el 8 de Abril, al fin, llegamos a Reconquista.

Una cuadra mas al Norte de la casa del señor Juan B. Virili, se hallaba un gran galpón redondo, abandonado por la tropa de la frontera, que ya se hallaba al otro lado del arroyo del Rey en Ausonia. En ese galpón se alojaron los recien llegados colonos: Comieron todos un apurado rancho y a descansar, formando un empedrado de cuerpos humanos.

Era de noche ya, mi servicio habia acabado, ignota mi cama, cuando se me arrima un soldado haciendome gesto que lo siga, y me llevó a una habitación particular, me mostró la puerta sin hojas, me dijo: ahí hay paja y se fué. De hecho no habia más que un gran montón de atados de paja; me heché encima como cuerpo muerto por el cansancio después de dos noches sin cerrar un ojo. Al abrir los ojos a la mañana veía estrellas ¿Dónde estoy? me pregunte: el rancho estaba destechado. Al poco rato vino un soldado a llamarme — ese rancho se hallaba donde ahora existe el negocio de Villaseca — Yo lo seguí, según las señales que me daba, y me llevó a la casa de un tal Rosario, que todavía existe intacta, (recien la destruyen) calle Belgrano, y N. Habegger N° 902, donde se hallaban las autoridades nacionales de colonización; en Reconquista venidas a recibir los colonos. El inspector de colonias señor Pablo Stampa me presentó a las autoridades de Ausonia y enseguida pasamos a esta en canoa — habia una gran creciente — era el día 9 de Abril 1879.

Llegados a la administración, que se hallaba en el fortín civil Vatri ya nombrado, el señor inspector me ordenó me trasladara a este pueblo, y que siga la construcción de los galpones, ya empezada por un obrero suizo, un tal Crispin y que ocupe en ese trabajo a los colonos venidos conmigo pagándolos dos francos diariamente. Estos que vivían en Reconquista tenían que venir y volver cada día’ en canoa por el arroyo.

En poco tiempo los galpones fueron hechos, con palos, techo de paja, paredes de capas de tierra cortada a pala y medida, y colocadas como si fueran piedras. Solamente el horno se hizo con ladríllos, Antonio Zilli me ayudó a hacerlo bajo la dirección del panadero Angel Centis friulano. — Y los colonos pasaron a ésta. —

Me es grato recordar que mi pobre cuerpo como colono fue el primero en descansar sus huesos en este pueblo.

Las familias se acomodaron lo mejor que pudieron en los galpones colocando sus colchones traídos de Europa, sobre palos plantados en el suelo, con travesaños y cañas: se hicieron sus cocinas en fila a unos tres metros de distancia del galpón, las mujeres muy contentas de tener leña a gusto, y los hombres muy contentos porque el ñandubay era fácil de rajar, aunque un brasilero les decía Vds. están quemando esterlinas, rajaban postes de fierro. Pero al poco tiempo todos quedaron sin sus ollas de cobre, quemadas con el fuego del ñandubay.

Completada así su colonia con sus cien familias, recibían la ración como si fuera un ejército militar, con sus autoridades locales - Comisario y agrimensor Carlos Perolo, administrador Alfonso Foradori, Proveedor Pio Sanga, Capataz de la administración, y más tarde también secretario del Comisario el que esto escribe, con varios peones y ayudantes todos italianos fuera de los pastores de los animales de la administración.

Al fundarse esta colonia era campo fiscal y en esta vivían tan solo cuatro individuos solteros dueños ad hoc de este terreno, que se dedicaban a cuidar unas vaquitas, y sembrando para su propio uso maíz, zapallo etc.

Un francés vivía en la casa por él mismo construída que se halla todavía intacta, hoy propiedad del señor José Gasparutti; lote 201 letra G. Otro español D. Julián Suárez vivía en un pobre rancho cerca de la administración (Fortín Vatri), fué el único que quedó, y murió acá hace pocos años, se casó con Ana Bian que falleció el año pasado.

Un ruso habitaba por allá cerca donde se hallan los colonos Bianchi, al Oeste de este pueblo y un criollo Elías, en el mismo lote donde vive el colono Nardín, letra B.

La ley de colonización destinó regalar cien hectáreas de terreno a cada padre de familia poblador legitimo de terrenos fiscales; de este privilegio gozaban las cien primeras familias fundadoras de una colonia; y aquí ya estaba casi completo ese número. El agrimensor Perolo ya había empezado la mensura según ley, pero los colonos se asustaron en tener tanto terreno, mucho más aquellos que tenían que ir adentro en el desierto; solicitaron al gobierno que les diera a cada uno 20 hectáreas. El Sup. Gobierno dió órdenes al Sr, coronel Manuel Obligado comandante con carta blanca de la frontera, y este resolvió de hacer medir lotes de 144 hectáreas, divididos en cuatro secciones, así repartiéndole una sección como concesión a cada padre de familia, a fin de que puedan estar tres o cuatro familias cerca unas de las otras. Se tenía miedo a los indios.

El agrimensor Perolo tuvo que empezar de nuevo.

En el mes de Junio (Pentecostés) llegó un nuevo comisario nacional, señor Eugenio Diaz. Este viendo que la mensura del terreno no era legal, empezó a hacer propaganda para volver a hacer medir la colonia, y dar cien hectáreas a cada colono, esto a pesar de haberlo ya informado de como pasó la cosa, sin embargo como su secretario tenía que secundarlo, y lo hacía con gusto, por comprender el caso legal e interesante. El busillis consistía en persuadir los colonos, pero el comisario lo suponía muy fácil.

Un día llegaron tres colonos al boliche — propiedad del comisario y señora — y él me dijo; venga Vd. a hablarle a esos hombres sobre mis proyectos. Es inútil observé, pero salí del escritorio; y detrás del mostrador les hablé, apenas comprendieron el tema, se sulfuraron, me interrumpieron diciendo: ya tenemos uno con nosotros que piensa como los patrones de Europa, que trataban de hacernos arrastrar la tripa por los surcos, y algo mas que no digo. Tenemos demasiado terreno para trabajar, ¡que creen! Eran bastante 20 hectáreas! y tenemos 36!

Volví adentro y le expliqué al comisario el resultado de mi expedición. El no comprendía friulano agregando que ellos me creyeron a mi como iniciador del proyecto. Entonces el comisario salió y les dijo que él era para cumplir con la ley él iniciador. Yo hice de intérprete, y se fué refunfuñando.

Así que las cosas quedaron como estaban.

Esta escena pasó en la casa del francés que ya se había retirado en los primeros días de la venida del comisario, y abierto el boliche, la casa esa pasó a ser nacional.

Entre uno de los cargos del secretario, era aquel de ir a indicar los mojones de sus concesiones a los colonos, hacerles acarrear los palos que ellos mismos cortaran en los montes, hasta el lugar donde harían sus ranchos. Había un carrero a propósito para eso pagado por la administración, al servicio de los colonos.

Además tenía órden de visitar las familias establecidas en sus casas–rancho propia, una vez por semana a lo menos, y llevar el informe de la visita al comisario si algo necesitaban o si había enfermos en la familia etc.

Los primeros colonos que construyeron sus viviendas en su terreno propio, y la habitaron fueron Francisco Giuliani en el lote 199 letra B. que se hallaba casi en el ángulo Norte–Este de su concesión, una piezita de m. 3 X 3, con las paredes de caña, y techo de yuyos de la vecina cañada, con cocina al aire libre, a una bién discreta distancia del rancho. La primera vez que visité esa familia encontré la señora D. Margarita de parto felíz. Fué la primera niña nacida en esta colonia que vive todavía con el nombre de Maria Giuliani de Brandulin, madre de numerosa y cristiana familia. La otra familia fué la de Bartolomé Gobbi que construyó su rancho frente, calle por medio, al de Giuliani, en el lugar preciso donde hoy se halla el aserradero y herrería de los hermanos Pividori.

El Sup. Gobierno tenia prometido un regalo a los dos primeros colonos que poblaran su terreno, y Giuliani y Gobbi recibieron cada uno una pieza de género para vestidos por sus familias, de lo que dieron gracias.

Cada cinco días los colonos recibian su ración de víveres, pan, harina, sal y cada día la ración de carne; a los chicos menores de 12 años, media ración.

En estos tiempos se sabía que en un lugar de la Provincia de Santa Fé cerca de Reconquista, dicho Lapotasa, se hallaban unos cuantos colonos italianos del Friuli abandonados del empresario colonizador que los habia traido acá.

Viendose en la miseria, recurrieron en demanda de ayuda al señor coronel D. Manuel Obligado, comandante de la frontera, el cual les prometió gestionar con el Sup. Gobierno rara pasarlos a este territorio nacional, en cuanto habria lugar en los galpones para alojarlos.

De hecho, los primeros días del mes de Septiembre pasaron a esta; eran Antonio y Francisco Masat, Santos Nobile, Jacuzzi, Pedro y Marcos Mussin, Fabbro, Ermagora, Seb, Visintin, Domingo y Santos Quarimuz, Picoli Tonzer, Rosset, etc.

Establecidos que fueron en esta estos colonos, el señor coronel Obligado ordenó una reunión de colonos, reunión que tuvo lugar bajo el quebracho — histórico — todavía existente por un milagrito — en la plaza.

A la sombra del quebracho estábamos reunidos unos sesenta y más hombres esperando el señor coronel, que al rato llegó a caballo acompañado de otros. La figura del coronel Obligado imponía respeto y temor sólo al verlo, alto de estatura, ojos penetrantes con su pera a la Cialdini, con su porte noble de militar veterano daba casi miedo. Pero uno se sorprendía al conversar con él, a oirlo hablar con la sensillez de un niño, y yo que tuve el honor y el gusto de conversar con él en mi propia casa cuando nos visitó como general, lo puedo afirmar.

Bajó del caballo nos saludó y nos estrechó fuerte la mano a casi todos; y nosotros vivamos a nuestro coronel. El asao estaba a punto, el señor coronel se sentó, como en puesto de honor sobre un cajón de kerosén a comer sin plato uso campaña, y nosotros en el suelo, medio embrollados con ese asao con cuero, visto por primera vez, el señor Coronel se reia al vernos, y nos enseñaba a ser criollos.

Parecía un padre rodeado de sus hijos.

El asao iba acompañado de pan, algun trago de vino Carlon, y de franca alegría.

Después de haber comido el Sr. coronel se levantó, y con él todos nosotros; él alzó la mano intimando silencio; y habló así: "Colonos, el motivo de esta reunión, creo que ya lo sabreis; se trata de hacer una grata sorpresa al nuestro buen Presidente Doctor Nicolás Avellaneda fundador de esta y otras colonias. Hasta el día esta colonia se llamó Ausonia, pues bien, de hoy en adelante la llamaremos colonia presidente Avellaneda; y yo nada dudo del voto público de vosotros en favor de mi propuesta, de vosotros que la Nación os considera incorporados a sus glorias, como a sus sacrificios, a sus destinos a ... — No lo dejamos terminar gritamos todos — Viva la colonia Presidente Avellaneda; Viva nuestro coronel Sr. Manuel Obligado — El señor coronel se quedó muy contento y satisfecho, y siguió hablando, diciendo: Bueno, colonos; ahora estais en vuestras casas, con vuestro terreno propio; confiad en vuestras fuerzas, y en un porvenir muy próximo de bienestar, y en la protección del Sup. Gobierno, sois como tantas flores que adornan el jardín de la patria; vuestros hijos serán argentinos, y como tales sereis considerados vosotros también.

Cuando estareis acomodados, edificaréis vuestra glesia, y demas edificios públicos, y no os olvidaréis allí — mostrando la mitad de la plaza — de construir un recuerdo, un monumento, al gran benemérito de la patria Presidente Dr. Nicolás Avellaneda, fundador de la colonia.

Resonó otro estruendoso viva al buen Presidente, y a nuestro coronel D. Manuel Obligado.

El que escribe contestó en italiano a nombre de todos, así: Signor collonello: dalle di lei parole possiamo dedurre che le nostre speranze concepite in Europa, in base a circolari argentine portate qui nel nostro cuore, troveranno la loro realizazione completa: lavoro, protezione, giustizia e pace feconda di generose azioni.

Realizate le nostre speranze, speriamo, che anche quelle del sup. governo argentino si transformeranno in realitá fra pochi anni. Lavoreremo facendo di questo deserto un giardino di produzione, questo paese un centro d’industria e progresso: saremo rispettosi alle leggi, obbedienti ai superiori, tenendo in gran conto i nostri vantaggi nonché quelli di questa nostra patria adottiva, sempre fedeli alle nostre promesse, alle nostre patriotiche aspirazioni.

¡Viva la Patria Argentina, viva Avellaneda !!!

El Señor coronel dándome gentilmente las gracias me apretó la mano, así a casi todos, nos saludó diciendo: mañana mismo salgo con mi tropa en busca de indios, no tengáis miedo, entre pocos días volveré con unos cuantos de ellos. De hecho el Domingo 17 del mismo mes en la tarde, llegó trayendo unos 140 indios, la mayor parte mujeres y niños, pocos hombres, con fachas que daban miedo; había niños de ambos sexos de unos 12 ó 13 años completamente desnudos como los más chicos, algunos tenían algún trapo sucio que los cubría en parte. Se acamparon al lado Sur de la casa de D. José Gasparutti lote 201; allí carnearon dos yeguas, comieron ese asao, y al bajar el sol salieron para Reconquista a pié como iban, el arroyo estaba ya muy bajo.

Muchos colonos se habían juntado allí para verlos, y ellos, los pobres, nos estaban mirando con más curiosidad.

Una nota para conformar la verdad, aunque sea negra, ella va. La administración no cumplía con fidelidad su mandato de justicia con los colonos el que escribe no podía transigir con ese sistema, protestaba. Pio Langa el proveedor me mostró alguna vez el revólver pero la cosa llegó al colmo bajo el nuevo comisario Igarzabal, el cual me dijo en la cara: mire gringo, el primer tiro que haré acá será para Vd. — De aquí no se podía salir sin pasaporte del comisario, por eso resolví renunciar el empleo y retirarme a la colonia en casa de los hermanos Goi; lo que efectué el día de mi cumpleaños 1 de Octubre.

Para historiar con sus detalles la fundación de esta colonia por el solo año 79 necesitaría un libro, apuntaré tan solo algún episodio que explique en suma la situación, el ambiente y los hechos de esos tiempos.

La primera criatura nacida en los galpones fué una niña hija de Bernardo Sibera, al nacer daba vista de poca salud, el R. Padre Antonio Rossi, reemplazante del Padre Bernardo Trippini, se hallaba ausente de Reconquista, yo la bauticé, pocos días después murió.

Todavía no había cementerio: y siendo fresco el caso de que le murió al colono Juan B. Paulin un niño de tres años y que tuvo que llevarlo a enterrar en el cementerio de Reconquista, que para eso salió de acá a la tarde con el difunto a cuestas hasta donde ahora existe el puente — la creciente era alta — allí aprovechó la canoa de la administración, — que el era práctico de manejar — pasó a Reconquista para sepultarlo al día siguiente, previo las ceremonias de la Iglesia.

El proveedor Pio Langa el día siguiente debía de pasar a Reconquista y no encontró la canoa oficial — como dijo el — tuvo que aprovechar otra particular, denunció a Paulin al Sr. Coronel Obligado por haber aprovechado la canoa sin permiso, Paulin se presentó al Sr. Coronel; este comprendió el caso a medias, pero lo bastante para mandar libre a Paulin de culpa y pena.

Visto lo expuesto, me presenté al comisario y agrimensor Carlos Perolo, preguntándole donde existe o existirá el cementerio, pues, le dije, hay una criatura para enterrar; me contestó — sin siquiera mirarme — entiérrenla por ahí bajo una planta en el bosque ... ha de haber otras por ahí. No señor, le contesté, nosotros somos cristianos, debemos tener cementerio, y Vd. debe de saber donde está o estará. Porfié un buen rato con él, casi se reía de mi entonces, subí a caballo diciendo; me iré del señor Coronel. Bueno, bueno se apresuró a decir, espere un rato: ensilló el caballo, y al galope llegamos al lugar donde el cementerio existe; allí me mostró el mojón de esa concesión diciéndome: este terreno será dote y propiedad del cementerio pueden enterrar por ahí.

El mismo día se hizo el entierro del primer angelito que con él se inauguró nuestro campo santo hoy poblado de un bosque de cruces — se cubrió la sepultura con ramas para evitar que los animales pisen encima.

El progreso moderno quitó los derechos al cementerio sobre su terreno, y pasó a un particular progresista.

Era el día de Pentecostés — primeros de Junio — llega como un desconocido un nuevo comisario vestido de gaucho, como de paseo pasó por acá a ver el banquete y baile que las autoridades habían armado en la administración, era una gran fiesta popular — en el fortín Vatri — vió, examinó, ni bajó del caballo, y volvió a Reconquista.

Yo vivía en el pueblo — Galpones — nada sabía de la gran fiesta, y siendo que el día siguiente era día de ración, y que no existiendo en el depósito — a mi cargo — más que una sola bolsa de harina de trigo, y unas cuantas de maíz medio podrido, pensé ir a avisar a la administración de la falta que hacía. Con mi sorpresa di con esa fiesta; mucha gente de acá y de Reconquista, un gran tablado de corredo con palos alrededor cubiertos de verdura, con guirnaldas de flores, festones compuesto con los mosqueteros venidos para las madres al objeto de defender a los chicos de los mosquitos, un acordeóu y dos guitarras tocaban, bailarines había de sobra.

El señor Alfonso Foradori administrador no lo pude encontrar, entré en el salon-rancho del banquete que ya se hallaban de sobre mesa, todos achispados, hablando todos juntos; algunos contestaron a mibuona sera; vi el comisario Perolo a la cabecera de la mesa, me arrimé lo informé de la falta por el día siguiente, me contestó con mucha autoridad que esas son cosas de administración, ... y suyas, ... y que no me preocupe yo por eso. Lo saludé y con mi pingo a mis galpones.

La ración de pan, harina y sal se repartía cada cinco días, la de carne diariamente; en ese día se racionó con lo que había, harinas como eran, papas y porotos venidos para semilla, sirvieron como harina de trigo, la carne se repartía cortándola con el hacha sobre un tronco en el suelo sucio de bosta; y el nuevo comisario veía todo esto sin ser conocido de nadie.

Al día siguiente un muchacho me entregó un papelito, era la orden del administrador Foradori que me presente al servicio del nuevo comisario Eugenio Diaz que se hallaba alojado en la ex-casa del francés — hoy Gasparutti — Pronto me mostró confianza, me confió sus planes, me pidió informes, me confió su llegada oculta, me ordenó poner orden en la administración de acuerdo a sus mandatos, se hizo una carnicería en forma, todo en regla al posible de la situación: él había traido herramientas de toda clase.

Los colonos sorprendidos de puro gusto al ver las mejorías, estaban contentos, pero habiendo sabido que ese comisario era tan solo interíno, lo querían efectivo, se resolvió elevar una solicitud al Sup. Gobierno para obtener sea efectivo.

Yo puse en limpio la solicitud redactada por el mismo comisario la firmaron todos los colonos m. p. o a ruego. Mandarla por correo era cosa poco segura, nombraron dos hombres para que bajen a la capital a presentarla al mismo comisario general Sr. Dillan: tuve que ir yo con Francisco Bais.

Al despedirnos para Goya, a tomar allí el vapor de agua el comisario nos hizo acompañar de un tal Rosarito, célebre primer bolichero particular en esta, este buen amigo sabía servir a dos patrones — como se supo después — servía al comisario, y servía a los enemigos del mismo, pues tenía en el bolsillo un telegrama para el Comisario general que decía; bajan dos revolucionarios, Ausonia. — Sin otra firma.

Al llegar a la Boca en Buenos Aires allí conocí un empleado anciano de la oficina de inmigración, que por cierto nos esperaba, subió en el mismo tranvia a caballos en que íbamos nosotros bajó en la plaza Victoria, se anticipó una cuadra antes que nosotros, en la calle Reconquista oficina general de inmigración, el tranvía se había parado por un obstáculo.

Apenas entrados en la puerta del zaguan, venía el inspector Stampa a recibirnos furioso a puños cerrados cerca de mi cara dijo preguntándome ¿que estáis haciendo por allá canallas?!! — Venimos con una solicitud contesté ¿No se puede? — ¡A verla! — No señor, tengo que presentarla en las propias manos del comisario general, se la mostré — se habían juntado muchos — pero en mis manos — todas firmas falsas dijeron — todas legales, dije yo ... ¡auténticas!

El señor comisario me recibió en su despacho particular, leyó la solicitud, y me dijo: vea señor, el comisario efectivo ya está nombrado por el gobierno, y el Señor Diaz no lo puede ser porque es Chileno, como no lo es el señor Carlos Perolo porque italiano: pero tendrán un buen comisario.

¿Podía yo porfiar al intento de la solicitud contra el mismo gobierno? Pasamos al despacho, y allí nos presentó el nuevo comisario Igarzabal — nunca he sabido su nombre — que al día siguiente debía salir para Ausonia, y nosotros venimos con él, en el vapor Paraná hasta Goya y con otro más chico hasta el puerto de Reconquista.

No me entretengo en detalles de esta expedición, que sería largo decir, y curioso escuchar, diré tan solo que el fracaso de la misión cayó completo sobre mi, por testimonio también del compañero, suerte que el señor Eugenio Diaz comprendió mi explicación. Este recibió su rival Igarzabal en la puerta de la casa con las manos armadas de revolver y facón, Igarzabal no entró ... se retiró amenazando.

Paso por alto otros detalles macabros, pero no hubo ni heridos ni muertos, diré, eso sí, que mi situación se hizo muy crítica y difícil ... casi desesperada.

En el mes de Setiembre con los colonos de la Potasa, los hermanos Masat, Toncer, Jacuzzi, hermanos Quarinuz, Fabbro, Dellarosa y otros que me ayudaron a trabajar, alcancé a hacer la comisaría, dos piecitas, con paredes de tablas de algarrobo aserradas por los colonos, un poco por uno, techo de palmas y empecé a cavar el pozo — la creciente había bajado — adentro trabajaban Toncer y Santos Quarinuz: estaban por la mitad, me fuí a ver como trabajaban, y les pregunté — que tal: Santos Quarinuz me contestó: yo si creyera de salir en Italia agujereando el mundo, estaría conforme de seguir haciendo mi tarea de cavar este pozo — apunto esta salida desesperada de ese hombre muerto hace poco, porque una vez le pregunté; Santos ¿me repetirías ahora lo que me dijiste cuando estabas cavando el pozo de los galpones? — ¡Ah! ahora no, ni yo ni nadie, me contestó. Había varios entonces que la pensaban como Quarinuz y maldecían a Colón.

Al fondo del pozo había, pura arena sin agua y material para calzarlo no había; avisé al comisario de la falta que hacía; él vino a ver, yo le observé que de seguir así sin calzarlo a lo menos un par de metros para llegar al agua, es un peligro para los hombres ... no me dejó acabar, y me dijo: Vd. no sabe trabajar, aquí no se calzan los pozos, se hace tan solo el brocal aquí arriba, la tierra es fuerte acá, en cuanto al peligro para los hombres... gringo mas o gringo menos, lo mismo da. — Textual.

Sentí mi sangre hervir en las venas, y agolparse al corazón, no sé que cara habré puesto, grité a los hombres del pozo ¡Salgan afuera! y salieron uno después de otro en presencia del comisario, este se mandó a mudar refunfuñando amenazas, como era su costumbre.

Vista mi crítica situación, y mi pellejo en peligro, al día siguiente primero de Octubre — mi cumpleaño — dejé plantado mi empleo, y me retiré en casa de los hermanos Goi, a legua y media de los galpones.

La divina Providencia velaba por nosotros, Ella tocó la hora de la liberación.

Entre la segunda mitad de Noviembre llegó una tropilla de caballos para repartir a los colonos: los tenian encerrados en el corral del fortín Vatri — donde vivia el comisario — dos colonos que necesitaban se presentaron para recibirlos. Juan B. Brach entró en el corral junto al comisario, este le indico el caballo para el, Brach le observó que deseaba probarlo, o hacerlo probar a ver si era manso porque no era práctico ... el comisario sin dejarlo acabar le dijo, lleve lo que le doy. Brach repetía sus razones, el tirano sacó el estoque que tenia en su bastón, Brach al ver eso saltó la tranquera y escapó por el campo. El comisario grito fuerte a un peon; atajalo ... y arastrálo por acá. Fué atajado, el peón a caballo con el lazo lo enlazó y arastró hasta su presencia. Repuesto un tanto el pobre Brach del susto, como hombre de caracter decidido no quiso el caballo y se fué a su casa, después de un buen reto tiranico y una sarta de amenazas a el y a todos los colonos.

El Domingo siguiente al hecho referido, se reunieron unos 40 colonos — que ya tenian caballo — Yo me hallaba en los galpones conversando con los amigos de la Potasa sin empleo, — pasaron por ahí, me vieron y me invitaron a acompañarlos, les conteste: que estaba ya arto, y que tenia bastante peso sobre mis hombros, y les auguré buen exito, de la expedición, encabezada por el colono Baltolomé Clementin — un granadero — todos exasperados por lo que estaba pasando, y mas por lo que pasó a Brach.

Pararon frente a la comisaria — rancho — llamaron, salió el comisario en la puerta, la concubina que tenía se puso de rodilla a pedir por su ... hombre, el comisario ordenó a Clementin que bajara del caballo, este no se apuraba a bajar, todos los colonos gritaron! Bajate! No tengas miedo aquí estamos nosotros! Entonces el tirano entró en casa, y cerró la puerta.

Directamente todos juntos se fueron a Reconquista, y se presentaron al Sr. Coronel Obligado, exponiendole los hechos, el señor coronel los despidió prometiéndole justicia; y recordándole la calma.

Yo cansado de tanto horror el día siguiente Lunes me presente al comisario a pedirle pasaporte para salir de esta — sin ese no se podia salir — me contestó, de aquí por ahora ninguno puede ausentarse ante tengo que ver si es el gobierno que manda o si son los colonos — estas palabras me las dijo en un tono como si fuera yo su mejor amigo — y siguió ¿No sabe Vd. lo que pasó ayer? ... enfermo como estoy? tenia un pie atado, y estaba acostado en la cama — Yo en ese momento me acordé de una maxima de mi Suegro — que no sabia ni hacer la O con un vaso — dos soldos de zonso estan siempre bien en el bolsillo tanteé en mi bolsillo — saqué uno y lo adopte al caso, los tenía — No sé nada señor contesté. Entonces me contó, lo que yo sabia, pues la tropa me vió a la vuelta de Reconquista, y me refirió, mejor que él, con verdad.

Si es así dije: tengo que esperar, lo saludé, él se sentó en la cama, me dió un apretón en la mano que la sentí dolorida todo el día; y se volvió a acostar con ¡ay! ¡pobrecito!

El martes silencio completo pero el miércoles a la madrugada ya no había comisario, voló de noche el pájaro de mal augurio, sanado del todo: y no se vió, ni se oyó más nada de él.

La justicia prometida por el señor coronel estaba hecha.

Carlos Perolo quedó comisario interino otra vez: pocos días después llegó comisario un cierto Corona, que muy poco traté, enfermo de tisis, que murió al poco tiempo. Después vino Davini enfermo también.

A detallar otro dato sería largo decir; así que por brevedad, riepílogo el caso en pocas palabras.

Como a la mitad de Diciembre llegaron unos 300 animales vacunos para los colonos, estos muy contentos porque les hacían mucha falta las vacas, y mucho más los bueyes, los primeros colonos ya los tenían.

Los animales estaban acampados en el bajo cerca del actual puente.

Como noté, yo vivía en la colonia en casa Goi; al bajar del sol una tarde llegó muy apurado nuestro vicino Gaspar Bandeo a avisarno que esa noche la colonia seria asaltada por los indios, y que se hallaban escondidos en los bosques cerca del colono Cian, y que la administración hace avisar a todos para que se junten con sus familias con la fuerza de las autoridades para defenderse juntos. Nosotros — cuatro hombres — con las familias, a pesar de todos quedamos en nuestra casa.

El día siguiente, no se notó nada, tan solo que no había mas vacas, y que la pobre gente volvía moina a sus casas, y los colonos siguieron a romper la tierra con las palas de Europa, esperando tiempos mejores.

Gracias a la Divina Providencia, a las paternales atenciones del Sup. gobierno nacional, y mas tarde a las del gobierno de esta provincia de Santa Fé nos hallamos en pleno progreso, satisfechos en general de nuestra situación.

Esto en cuanto a lo material.

Referente a lo moral el anciano y santo varón Rdo. Padre Fr. Antonio Rossi, nada nos dejó faltar de lo más necesario tanto en vida como en punto de muerte, sus buenos consejos nos animaban en nuestras acciones. Cuando nosotros en el mes de Setiembre hemos visto sobre la colonia una terrible manga de langostas voladoras espantados decíamos ¡que será de nosotros! El nos decía: no tengais miedo; ellas comen, y vosotros sembrad siempre; y vereis que os quedará la mayor parte para vosotros.

Los colonos acabaron de recibir los animales prometidos por el gobierno el año 1881 a causa de la mala administración y suerte que el año 1880 llegó como comisario el anciano Sr. Fernando Pearson hermanastro del Comisario general Dillon; que puso orden a todo y salvó la colonia.

FIN

 

 

APÉNDICE

No será fuera de lugar consignar aquí como acabaron los dos más pícaros de la administración.

Pio Lungo el proveedor fué sumariado, le encontraron un déficít de muchos miles de pesos fuertes — (el administrador Foradori pudo defenderse) — fué condenado. Después consiguió un puesto de maestro en esta Provincia, y allí por motivo de sus canalladas lo mataron.

Este señor un día en presencia de los colonos (y mía) que se quejaban de la manutención, les cantó en italiano: "adesso v’insegneremo noi a abandonar la patria per venire in questi deserti ... avete da mangiare la vostra m ..." textual — iba a menudo con el revólver en la mano entre nosotros.

Carlos Perolo comisario y agrimensor, expulsado por infiel. Cuando el año 1882 volví acá con mi familia lo encontré en el Hotel de Inmigrantes, donde iba a comer de arriba — si podía — me vió, y me pidió dinero prestado — no tengo dije (era demasiada verdad) — ¿ni para los cigarrillos? agregó; entonces le dí cinco centavos; los recibió y se fué enojado por que no quise acompañarlo a dar un paseo por un bosquecillo ahí cerca — lo conocía demasiado yo.

Alfonso Foradori, era hombre recto y serio, este quedó acá funcionario algún tiempo como Juez de Paz, apreciado por todos: he dicho mal, no era apreciado por los canallas. Era muy amigo mío.

Primeros nacidos en el año, y que viven son: José Nardin hijo de Antonio — Maria Giuliani h. de Francisco — Leonardo Perini h. de Enrique — Lucia Ermacora (nació en la Potosa) 15 de Noviembre 1878 — ya estaban acá ellos.

 

 

Primeros matrimonios en el año, y siguiente: Juan B. Suerz, Busighin — Luis Strusiat, Stechina — Santos Goi, Furlan — José Moschen; Brollo — Carlos Moschen, Ponticelli — Isidro Petroli, Agustini, etc.

Padres de familia fundadores de la Colonia que aún viven, son: Antonio Zamar — Francisco Debarbora — Antonio Vechiet — Antonio y Francisco Mosat — Luis Sturon — Valentín Niemis — Domingo Brech — Jorge Cracogna — Domingo Goi — Santos Goi — Juan Bautista Bertin — Juan B. Suerz — Cándido Lorenzini — Marcos Nocent.

Primera escuela se fundó en 1884 — Primer maestro D. Nemesio Ramos (mixta). Escuelas fiscales hay varias, una en el pueblo, dirigida por el Sr. P. Arwena.

 

 

 

CONCLUSIÓN

Dentro del año 79 entraron en esta 130 familias procedentes de Friuli y Trentino, que sumaban unos 780 habitantes colonos. Las primeras cien familias, según la ley respectiva recibieron el terreno gratis, las otras 30 familias debían de pagarlo a razón de dos pesos fuertes la hectárea; pero resolvieron, por puro compañerismo, de acuerdo con la autoridad, de pagarlo entre todos; como si fuera una sola familia.

El año 1897, por orden superior, el que esto escribe, levantó un. censo de los niños de edad escolar, que resultó de 600.

El año 1910, se efectuó el censo general de la población, que poco faltó de sumar 3.000 habitantes: esto demuestra la existencia de la moral física y religiosa de esta colonia, con la perseverancia de esta población en el trabajo tenaz, de un vivir frugal y económico factores estos de bienestar y progreso, que tenemos a la vista.

Con nuestra misma sorpresa observamos el adelanto de esta nuestra Avellaneda, en los cincuenta años de su existencia: Iglesia parroquial, con cerca de la misma, la Capilla de N. Sra. de Lourdes, Colegio de este mismo título regenteado por las Hnas. de S. José en el cual Colegio se halla un rico y variado museo único en el norte de la Provincia, obra esta llevada a cabo por el Rdo. ex. Párroco D. Olivio Benassi.

Existen en la campaña tres capillas: N. Sra. del Carmen, Santa Ana, y N. Sra. de Guadalupe, esta merece el nombre de Iglesia, pues tiene tres naves; otra nueva capilla existe en el Cementerio dedicada al Tránsito de S. José, con cuadro pintado por un aficionado local. Todo lo edificado y hecho por artistas locales, hasta la música de canto é instrumental.

Instituciones: — La sociedad de Socorros Mutuos de S. José, hoy Circulo de Obreros de la República Argentina, fundado en el año 1891, que empezó a funcionar el primero del año 1892, (con 60 socios notables y progresistas, desde el año 1893 tiene Banda de Música, desde 1902 Salón Social), primera fundada con este carácter de católica cosmopolita en esta República, que sirvió y sirve de baluarte contra el avance de la impiedad moderna — Tercera Orden de S. Francisco — Apostolado de la Oración y de la Palabra.

Existen en el distrito seis escuelas Laines sin contar el Colegio de las Hermanas.

Una cooperativa agricola. numerosas industrias, laboratorios, aserraderos, molino, estación de Ferro-carril, que todo procede en el máximo orden y tranquilidad bajo las autoridades Departamentales, y comunales, Comisión de Fomento, Juez de Paz, y Policía, que no faltan a su mandato y son apreciados y respetados por todo hombre de orden y disciplina.

Hoy tenemos el placer de ver cumplidas nuestras aspiraciones, cumplidos nuestro deberes de súbditos fieles a esta patria hospitalaria y generosa.. Hemos de seguir a ser buenos cristianos dando consuelo a nuestro anciano Padre Mons. Juan A. Boneo, muy interesado por nuestra salvación.

Esperamos también que el nuevo Párroco D. Antonio Frattin, sabrá interpretar las intenciones de nuestro Santo Prelado.

Avellaneda cumplió su misión, la cumple, y la cumplirá, de ser el almácigo de colonos, para poblar las ricas y extensas planicies argentinas, como lo dijo un visionario el primer año de su fundación si, del mismo modo que el corazón humano reparte la sangre y la fuerza por todas las arterias del cuerpo, así Avellaneda repartió su sangre y sus fuerzas por todo el cuerpo de este extenso Departamento, y también fuera de él, si no lo digan Lucas González y Diamante (E. R.) Malabrigo, Romang, Las Garzas, Ocampo, Florencia, Lanteri, Taborda; La misma ciudad de Reconquista, con sus avipones, La Lola, Campo Overo, La Sarita, mas Villa Ana, Guillermina, el mismo Chaco Quitilipi; Saenz Peña; y no está mal puesto aquí también un etcétera.

Además pueden testificar con su firma lo espresado los colonos salidos de ésta, honrados y trabajadores, con excepciones casi nulas: los Stechinas, Jacuzzi, Masin, Sandrigo, Pividori, Basan, Virili, tres familias Visintin, Goi, Nardin, y Maynago, Cattarossi, Fogar, Fantin, Giuliani, Cracogna, y otros muchos, y lo mas observable es, que los colonos de Avellaneda donde sentaron sus reales, ahí sentó también el progreso, el bienestar material, moral, y religioso, el orden y la paz.

Avellaneda puede estar de parabienes, pues ha cumplido también con lo que le recomendó el primer año bajo el histórico quebracho el coronel Manuel Obligado: con el monumento al presidente Avellaneda 25 / V 1910 puede gloriarse de ser poblada por un elemento sano, fuerte en el trabajo, pacifico en su conducta, respetuoso a las leyes de esta patria, a los gobiernos, y a las autoridades con fé en su Dios, y en sus fuerzas, es un elemento productor y de orden en el mas amplio sentido de la palabra, honra de si mismo, del Departamento, de la Provincia, y de la Patria Argentina y de origen.

 

JORGE CRACOGNA

 

EN EL SITIO https://www.friulinworld.it/friuli_inwstorie.htm

 

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