LA VIOLENCIA EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS

 

raulcelsoar — 10:23 
 

LA VIOLENCIA EN LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS:

 

ESCUELAS Y SERVICIOS EDUCATIVOS

 

 

 

 

Elisa Serra Rull

 

ELISA SERRA RULL

 

Psicóloga. Equipo de Asesoramiento

Psicopedagógico del Departament

d'Ensenyament (EAP.) Tarragona.

 

 

l.- La violencia en la escuela actualmente, ¿síntoma de qué?

 

 

 

La experiencia que les intentaré transmitir comienza en el año

1988, durante las primeras jornadas en Tarragona de Psicoanálisis y

Educación. En ellas presenté el trabajo "¿Qué espera la escuela del

niño?” La conclusión de mi trabajo era: "El niño, cuando entra en la

escuela, pasa a ser un alumno para escuchar mucho y hablar poco, para

dar respuestas más que para hacer preguntas. Si encontramos niños que

no aprenden a leer o a escribir, que dan patadas, que decirnos que no

hablan o que, si hablan, lo hacen mal: ¿no será quizá que nos están

gritando que no les robemos el ser NIÑOS, que quieren ser

escuchados?".

 

 

 

Como sabéis, casi siempre expresarnos algo de lo que nos

concierne, corno sujetos en falta, del orden del deseo.

 

 

 

Mi inquietud ha sido siempre intentar relacionar el aspecto social,

el trabajo en los grupos o en diferentes instituciones, con la aportación

que Freud inició hace ya más de un siglo, y sus a1umnos han trabajado

posteriormente.

 

 

 

Han pasado quince años desde aquellas primeras jamadas de

Psicoanálisis y Educación en  Tarragona, pero el objetivo histórico de la

escuela continúa siendo el mismo: transmitir las normas y los

conocimientos predominantes en la cultura del momento, para

convertir a los alumnos en ciudadanos y ciudadanas adecuados.

 

 

En el trabajo antes citado, jugué con el significado de la palabra

Francesa voler : robar (en catalán, voler significa querer). Muchas veces la

escuela roba a los niños la curiosidad de saber y su deseo de ir más allá

de lo que los programas y currículums plantean. Los niños que no

obedecen las normas y no asimila los conocimientos propuestos en los

tiempos organizados son, todavía, muchas veces aislados, castigados o

culpabilizados, tanto ellos como su entorno familiar.

 

 

La violencia en la escuela, en los diferentes niveles -alumnos,

maestros, familias- y en las diversas relaciones que se establecen, no es

más que un reflejo de la cu1tura del siglo XXI. Hay una serie de rasgos .

que caracterizan este reflejo en el ámbito educativo:

 

 

 

. El avance del discurso llamado científico, que niega la particularidad

de cada sujeto, provoca muchas veces una intervención violenta en las

escuelas.

 

 

 

. El predominio del uso de la tecnología para enseñar borra en

muchos casos los efectos de la relación maestro-alumno, necesaria para

que el proceso de enseñanza-aprendizaje dé un resultado positivo.

 

 

 

. La desvalorización del lenguaje oral como uno medio para

transmitir conocimiento. No hay confianza en el valor de la palabra

dicha.

 

 

 

. El grado de implicación y responsabilidad en los resultados del

aprendizaje baja o se diluye cuando se proponen excesivos

intermediarios para enseñar.

 

 

 

. Dificultades para delimitar las funciones de las personas de los

diferentes estamentos de la escuela y de los profesionales de los

servicios que le han de dar soporte (de la red educativa, social,

sanitaria).

 

 

 

. La función del tutor o tutora del grupo clase no está explicitada. La

mayor parte de los enseñantes no la viven como una vertiente más de

su trabajo como docentes.

 

 

 

. Nos cuesta pactar unos objetivos claros y posibles para los a1umnos,

decir y definir qué intención educativa tenemos para el niño o la niña

con dificultades.

 

 

 

Todo esto hace que nos planteemos esta pregunta: ¿ podría ser que

el efecto de la violencia en la escuela nos hablase de uno de los tres

oficios imposibles según el psicoanálisis, que, como sabernos, son curar,

gobernar y enseñar ?

 

 

Si éste fuera el caso, las personas que no estén suficientemente

preparadas no se encuentran en condiciones de soportar este oficio

imposible dentro de la institución educativa. El sufrimiento y la angustia

que les produce esta situación puede provocar intervenciones violentas

hacia los sujetos más débiles (con menos poder dentro de la

institución), sobre todo alumnos y familias con menos recursos

culturales y económicos, y también síntomas de todo tipo en los

enseñantes y profesionales de los servicios educativos, principalmente 

bajo la forma de enfermedad física: formación de nódulos en las

cuerdas vocales, afonías, dolores cervicales, contracturas musculares de

diversas tipologías y, porqué no, también los diagnósticos más en alza:

el estrés y la depresión.

 

 

Podemos comprobar (son datos que incluso han aparecido en la

prensa) que el colectivo de los profesionales de las instituciones

educativas es uno de los que más bajas laborales padece.

 

 

2.- La escuela como institución: diferentes tipos. ¿La escuela crea

la violencia o la trabaja?

 

 

No se puede decir que todas las escuelas tengan los mismos

mecanismos para abordar las dificultades, sean éstas del tipo que sean,

ni evidentemente las mismas respuestas educativas a la violencia y a sus

manifestaciones.

 

La escuela es, después de la familia, la primera de la serie de

instituciones donde las personas están en la cultura o, dicho de otro

modo, en grupo.

 

Algunas personas identificarnos la institución con el "grupo de

personas" que forman parte de ella. También se puede definir haciendo

referencia a los aspectos normativos y formales más o menos

interiorizados por los sujetos, o al juego de fuerzas que forman el poder

y la manera corno se encarna en la gestión. Podemos decir también que

es conflictiva por naturaleza, que tiene tendencia a cerrarse en ella

misma  y que le cuesta aceptar cualquier cambio.

 

Aportaré la descripción de dos imágenes para explicar dos tipos

de funcionamiento por parte de la escuela en lo que respecta a la

violencia que genera el imposible oficio de enseñar.

  

Imagen 1.- Las nueve de la mañana, el timbre, puerta principal

es la hora de entrar en la escuela. Entro con los alumnos y sus

profesores. En la puerta mismo, una profesora me detiene para decirme

lo mal que le va con el niño X, a pesar de todo lo que ella hace. Se me

acerca otro profesor y me dice- "¿Cuándo podré hablar contigo un

momento?”. Yo intento llegar al 1ugar (en esta escuela, EAP, existe)

donde trabajo semanalmente. Mientras tanto, el jefe de estudios del

centro también quiere que hoy nos reunamos para hablar sobre "¿qué

haremos con los alumnos de 3° A que no podemos con ellos?"

Finalmente llego. Abro la puerta, entro y cierro. Por unos

momentos, respiro. Parece que haya hecho una carrera de resistencia a

primera hora de la mañana. Consulto la agenda y miro lo que había

planificado para ese día.

 

Imagen 2.- Lo mismo: las nueve, el timbre. Las hileras y los

“profes". Entro y casi cuesta decir "buenos días". Los profesores evitan

 la mirada, me facilitan el paso. Las puertas están cerradas, especialmente

la del director del centro. He de buscar un lugar para instalarme porque

no tengo ningún lugar fijo, prácticamente siempre están todos

ocupados.

 

 En esta escuela he de coger aire para tener el empuje suficiente

para buscar a los profesores y al equipo directivo, para acceder a los

alumnos y a sus familias... porque parece que allí no pasa nada, todo

está controlado, todo es como ha de ser. ¿Qué hay que hacer para

generar demanda?

   

 Estas dos imágenes,  naturalmente, tan sólo son imágenes. Cada

escuela tiene un funcionamiento que la caracteriza, pero en las que

emerge algún aspecto de las quejas y las amenazas -que podrían estar

representadas por la imagen 1-, podemos trabajar para que disminuya

la violencia. En cambio, ignorar los problemas y negar su existencia

genera, habitualmente, más violencia. Violencia disfrazada, disimulada,

racionalizada e, incluso, desgraciadamente, pedagógicamente

argumentada  y validada en muchas ocasiones.

 

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